Signos que acercan las dos orillas
Las letras, con un fuerte sentido iconográfico, y las formas geométricas constituyen la base de la obra del autor El algecireño José Antonio Pérez de Vargas lleva sus 'cajas mágicas' a la Sala Rivadavia
CÁDIZ. Actualizado: GuardarEn las fascinantes cajas de Vargas hay elementos de lo más sorprendente: caligrafías del siglo XVIII y XIX, patrones de costura, prismas, esferas, estudios de anatomía, sellos de lacre, manos llenas de vida, planos de edificios... Todo ello responde a una noble tarea, acercar las dos orillas, crear un nexo de unión, un puente, entre Europa y África, un 'Camino de agua', tal y como reza el título de la exposición que hoy inaugura en la Sala Rivadavia. Allí puede verse desde esta tarde una serie de «treinta piezas entre cuadros y arquitecturas poliédricas en papel antiguo escrito con letras de distintas épocas y culturas», según explica el comisario de la muestra, Javier Sampalo, en una de las páginas del catálogo.
La obra del artista algecireño defiende el entendimiento entre culturas. Como fiel enamorado del Mediterráneo ha viajado por toda su costa, trayéndose recuerdos que luego ha recogido en su particular imaginario, fomentando su «enriquecimiento personal y estético», como él mismo apunta.
Esta muestra es el resultado de la colaboración entre la Fundación Provincial de Cultura y la Fundación Dos Orillas. Tras exhibirse en la Kursaal de Algeciras, las piezas de Vargas llegan ahora a Cádiz. No obstante, su relación con la institución provincial viene de lejos, ya que, como apuntó ayer la diputada de Cultura, Ana Mosquera, Diputación ya cuenta con una de sus obras dentro de su colección de Arte Contemporáneo. Se trata de la pieza 'A la sombra de la fortuna', adquirida a través del certamen Aduana. Además, Vargas también participó hace algunos años en la muestra organizada por dicha institución 'Trafalgar, palabras y visiones', con la obra 'Mar de fondo'.
Conectar el Mediterráneo
Antes de conceder la palabra al artista, Mosquera explicaba ayer en la presentación de la exposición que al autor «le fascina la Antigüedad clásica y la cultura oriental», algo que queda palpable en sus cartones enmarcados, sus pequeñas esculturas y sus sorprendentes cajas.
La idea de conectar el Mediterráneo le surgió a Vargas a raíz de los versos del poeta persa Rumí. 'No me mires con los ojos materiales/ mírame con los ojos del secreto/ ven y contempla qué ligero he llegado yo a ser'. Palabras que ayer pronunció el protagonista de esta muestra llena de sensibilidad y simbolismo. Precisamente uno de los símbolos que tanto utiliza es la mano, que «puede ser la paz, la guerra o la felicidad...», aseguraba ayer el algecireño.
La caligrafía y la arquitectura poliédricas son los ejes vertebradores de esta obra, en la que viene trabajando más de tres años. «Uso la caligrafía como conexión de las civilizaciones», ya que, según él mismo confiesa en el catálogo, «los signos que conforman el alfabeto pueden verse también desde una perspectiva estética: las letras son portadoras de un fuerte sentido iconográfico...».
Así, en la exposición el espectador puede deleitarse con los trazos pulcros de la escritura árabe o castellana, impresa en documentos de los siglos XVIII y XIX, actas notariales compradas en El Cairo, fragmentos de cuentos provenientes del otro lado del Estrecho... Es el resultado de la fascinación que Vargas siente por Gutenberg. En todo esto, «la arquitectura es fundamental».
En una de las piezas, que el artista destaca, el texto corresponde a un acta notarial del año 1730, la más antigua. «Aquí he jugado con el color de la caligrafía, el negro y el sepia», relataba ayer en Rivadavia.
Otros de los cuadros están protagonizados por caracteres de gran tamaño, algunos árabes y otros latinos. Junto a ellos, se muestran estudios anatómicos, dibujos de diversas figuras humanas y planos detallados de la planta de alguna iglesia. Se trata de «espacios donde se acumulan elementos fascinantes que ayudan a aumentar el conocimiento», conocimiento que será clave para el consenso y amor entre las diversas culturas, el principal objetivo hacia el que mira toda la intensa producción del autor.
Por otro lado, el artista no olvida el factor esotérico que rodea a la escritura, en sus inicios «algo secreto y reservado a unos pocos». Los signos, según recoge Vargas en el catálogo, «no sólo aseguraban el mantenimiento del estado, la propiedad y el orden, sino que podían alejar el mal y asegurar la vida eterna».
No sólo el contenido de los textos era considerado por las religiones como algo sacro, sino también los propios libros, «objetos sacralizados que debían ser manejados como respeto sumo». Algo que ha pervivido a lo largo de los siglos, hasta la actualidad.