Tragedia y desgobierno
La lenta reconstrucción de Haití no debe servir para aplazar las elecciones sine die
Actualizado: GuardarSe acaba de cumplir un año del terremoto en Haití y el balance ha sido desolador. Pese a la cuantiosa ayuda prometida, esta llega con cuentagotas y sus efectos sobre la martirizada población son imperceptibles. En el terreno político, tal y como era previsible y parece sumamente razonable, no se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales prevista para este domingo. La razón del aplazamiento es sabida: el fraude de la primera ronda, el 28 de noviembre, que incluso provocó disturbios y algunos muertos, impuso la necesidad de recontar los votos que habían dado la primera posición con mucha holgura a Mirlande Manigat, la segunda a Jude Célestin y la tercera, con solo seis décimas menos, a Michael Martilly. Fueron los defensores del último quienes se opusieron firmemente a lo que fue generalmente percibido como un gran engaño destinado solo a permitir la presencia en la ronda definitiva de Célestin, yerno del presidente Préval y candidato del oficialismo continuista. El Consejo Provisional Electoral se plegó en seguida a la exigencia del recuento porque también los acreditados observadores internacionales habían advertido y documentado a su vez abrumadores indicios de intimidaciones, sobornos y trampas. Mirlande fue sin duda la más votada y tal vez obtendrá la victoria definitiva en su día. Pero es absolutamente imperativo que ese día no quede un resto de duda y que su instalación inaugure un periodo de renovación social y reconciliación política nacional que incluso deberá considerar la legalización del Lavalas, el antiguo partido del padre Aristide y su recuperación para el nuevo escenario. En teoría nada de esto tiene que ver con la trágica situación que vive el paupérrimo país un año después del devastador terremoto, pero no se debe instrumentalizar la desesperante lentitud de la reconstrucción material para demorar sine die la consumación del proceso electoral. A la salvación del país podrá contribuir mucho mejor un gobierno elegido, transparente e inclusivo. Y lo sufridos haitianos se honrarán, como ya lo han hecho en noviembre, eligiendo un Parlamento y un presidente incluso en la penosa situación que atraviesan y que hace su conducta aún más encomiable.