No les debemos nada
Actualizado:El último comunicado evacuado por la banda terrorista certifica su fracaso, refleja su extraordinaria debilidad y confirma que se encuentra en fase terminal. Si las palabras sirven para describir la realidad, las que la banda terrorista ha colocado en su última misiva rezuman componenda entre intereses contrapuestos y dudas sobre la razón de ser de la organización terrorista que era imposible encontrar en anteriores envíos. El dato más relevante está de todas formas en la manera en que ha sido acogido el escrito por la mayoría de la sociedad vasca. Un comunicado que hace unos años hubiera provocado alborozo y esperanza hoy se percibe como algo insuficiente, como no esperado en esos términos, y que convoca a la difusión de nuevas misivas en las que de manera tajante se diga que los crímenes se han terminado definitivamente, sí, pero, sobre todo, que ya no esperan que les paguemos algo porque nos perdonen la vida.
Desde luego que con este comunicado los batasunos que tratan de hacer política desde las instituciones no van a poder presentarse a las próximas elecciones municipales de mayo. Más bien parece que los seguidores de Otegi tendrán que esperar a las autonómicas vascas para tener los deberes democráticos hechos del todo. Otegi ha dicho que está dispuesto a aceptar la Ley de Partidos con tal de acceder a alguna poltrona y que aunque sigue dispuesto a crear un Estado vasco solo trabajará con métodos exclusivamente democráticos para llegar a tal fin.
Estamos ante una buena noticia. Una buena noticia que hubiera sido acogida con entusiasmo por la población de no ser porque la banda terrorista desbarató en 2006 –con el asesinato de dos inmigrantes ecuatorianos, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio–, el proceso para el final del terrorismo que más esperanzas suscitó entre los vascos y en el resto de los españoles. La banda ha perdido la iniciativa y ahora un comunicado sacado con fórceps, que supone un avance considerable respecto de todos los anteriores, es visto como insuficiente, incluso entre algunos de los suyos, y da paso a la exigencia inmediata de palabras más concluyentes.
No podemos esperar que los que han asesinado a casi mil personas durante cincuenta años se planten un día en la plaza pública y digan que toda su historia de terror ha sido un horror y un error; que se claven una daga en el pecho y que pidan a sus votantes que se hagan del PSOE, los impares, y del PP los pares. Ese final es imposible. Seguirá habiendo más de cien mil vascos, votantes batasunos, que quieran la independencia y el Estado vasco, pero se trata de que lo hagan por vías exclusivamente democráticas, como dice ahora Otegi, es decir: sin asesinar, sin aterrorizar y, sobre todo, sin esperar que les paguemos algo por dejar de matar.