La convelecencia
Actualizado: GuardarPara recuperar las fuerzas perdidas por nuestra mala cabeza económica, según los inexpertos señores que se ocupan del asunto, vamos a necesitar una pila de años. ¿Cuántos años son una pila? La palabra, que viene del latín, ya que nosotros, como dijo don Manuel Azaña, hablamos un «latín estropeado», significa montón. Algo que se forma poniendo unas piezas sobre otras. Hemos tenido que acumular muchas para conseguir la actual torreta de desastres. ¿Cuándo veremos una almena que podamos decir que es nuestra? Según el discutido vigía Zapatero, eso no sucederá hasta el año 2015, cuando es improbable que muchos estemos en disposición de ver nada.
Una larga convalecencia exige España, mejor dicho, sus manirrotos habitantes, pero lo más curioso es que esa convalecencia empiece antes de que se haya curado la enfermedad. Para recuperar las fuerzas perdidas es imprescindible haber disfrutado de ellas, pero nuestra salud bursátil era pura fachada. Un presuntuoso camelo que ha acabado por romperse por la base, entre otras cosas porque carecía de base. Personalmente, eso de convalecer a mí me gusta mucho, pero es una vocación frustrada, porque llevo más de setenta años sin ponerme malo o ignorando que lo estoy. Recuerdo con nostalgia aquel maldito tifus de la inmediata posguerra. Jamás me han rodeado más personas cariñosas, ni más diminutivos. A los convalecientes les tratan como a difuntos aplazados y les dan un caldito, un muslito de pollo, un zumito.
La convalecencia colectiva va a durar lo suyo, o sea, lo nuestro. El crecimiento medio previsto hasta el 2015 es subterráneo. España es el único circo donde los empresarios no pueden quejarse de que le crezcan los enanos. Han llegado a su máxima altura política.