YouTube se puede ver como un gran documental protagonizado por la especie humana. Ahí, en esos millones de vídeos subidos desde todos los rincones del mundo, los ‘homo sapiens’ comen, duermen, juegan, trabajan, se aparean –aunque, ciertamente, YouTube no es el lugar ideal para los interesados en esa parte–, educan a sus crías y se entregan a actividades absurdas que llegan a poner en cuestión la categoría de ‘sapiens’. El material puede resultar fascinante, pero hace falta mucha paciencia, tiempo y tesón para buscar perlas en el insondable océano de las grabaciones caseras. O una buena organización, como la que puso en marcha a principios de julio Kevin Macdonald: el cineasta, conocido sobre todo por ‘El último rey de Escocia’ y ganador de un Oscar por el documental ‘Un día de septiembre’, supo apreciar las posibilidades del medio para retratar nuestro presente y se lanzó al ambicioso proyecto de ‘Life In A Day’ (‘La vida en un día’), un largometraje compuesto íntegramente por vídeos de YouTube, a modo de gran ‘patchwork’ audiovisual. Macdonald pidió a los internautas que grabasen lo que quisieran y se lo hiciesen llegar a través de la red social, pero impuso una acotación temporal: las imágenes debían corresponder al 24 de julio de 2010, de manera que el resultado serviría como testimonio de una jornada en la vida del planeta.
«Es una cápsula del tiempo que dirá a las futuras generaciones cómo era estar vivo el 24 de julio de 2010», explica el director escocés. Le llegaron 80.000 vídeos que sumaban 5.000 horas de metraje, es decir, más de 200 días completos, pero, por suerte para su salud mental y para los estrictos plazos que se había marcado, contaba con un equipo de 24 expertos para cribar ese material y reducirlo a unas 200 horas, de las que saldrá el largometraje definitivo de hora y media. Al final, ‘La vida en un día’, producida por la compañía de Ridley Scott, incluirá imágenes de 1.125 vídeos. El estreno, previsto para el 27 de enero en el Festival de Sundance, se emitirá en directo por YouTube.
El primer vídeo admitido se conoció el día de Reyes, porque los responsables del proyecto lo han utilizado a modo de ‘teaser’, y es español: presenta la figura de Virginia Salvado, una misteriosa niña que se ajusta un casco negro, sale de su casa descendiendo por un andamio y se coloca, con ayuda de un adulto, una faja que da varias vueltas a su cintura. Al final descubrimos –nosotros, porque muchos espectadores extranjeros seguirán igual de intrigados– que se trata de una ‘enxaneta’, uno de esos niños ágiles y livianos que coronan los ‘castells’ catalanes. Virginia pertenece a la ‘colla’ Xiquets de Tarragona y su vídeo, rodado el 24 de julio en Sant Jaume dels Domenys, no se ajusta al estilo doméstico que en un principio se asocia con el proyecto: es obra de una productora, Lavinia, y su acabado resulta cálidamente profesional. Otros seis españoles tendrán su momento estelar en la película: desde la gallega Alberta Álvarez, que confiesa ante un espejo su miedo de no tener un hijo, hasta las fiestas de Masquefa (Barcelona) filmadas por Daniel Mas, pasando por la Cucaña de Triana en versión de Sócrates Cuadri, una tierna miniatura de vida en pareja a cargo del zaragozano Alejandro Romeo, un vídeo del gaditano Javier de Lara centrado en los pies y la recopilación de escenas matutinas de Jorge Bastardo, venezolano afincado en Madrid.
Abuela, soy gay
Todos ellos, y los mil y pico autores restantes, figurarán como codirectores, pero sólo veintiséis han sido invitados al estreno en Sundance. En ese grupo de élite figuran los responsables del vídeo de la ‘anxaneta’, incluida la propia Virginia, junto a un combinado internacional que da idea de la diversidad del material editado en el filme. «Cada día teníamos la sensación de estar viendo veinte posibles películas, al ser testigos de las vidas de tantas personas», dice Macdonald. Entre los invitados está, por ejemplo, el estadounidense David Jacques, un joven propenso a aparecer con el torso al aire en sus vídeos, que se grabó en el momento de comunicar por teléfono a su abuela su condición de gay: «¿Conoces a mi amigo Nick? Sí, ya sé que es un chico muy majo. Quería decirte que no es sólo mi amigo, es mi novio», explica, sonriente y emocionado ante la cariñosa reacción de su interlocutora. Otra estadounidense, Betsy DelValley, se limitó a filmar un monólogo de diez minutos al salir del trabajo, dentro de su coche, mientras fuera sonaban truenos y destellaban relámpagos: «Probablemente me moriré sin que me conozca nadie más que mis amigos y mi familia, y lo he aceptado», reflexiona.
Hiroaki Aikawa, de Japón, muestra a un hombre y un niño prendiendo velas y barras de incienso ante el retrato de una mujer, ausente protagonista del clip y seguramente de sus vidas, mientras que el ucraniano Boris Grishkevich apuesta por la sencillez y el ritmo pausado de unas escenas de pastoreo en los Cárpatos. Macdonald sugirió a los participantes que, de una u otra manera, respondiesen en el vídeo a alguna de las grandes preguntas: qué temen, qué aman, qué les hace reír y qué llevan en los bolsillos (bueno, quizá esta última tenga menos relevancia y, desde luego, es la más fácil de contestar). Harvey Glen, de Dubai, ha centrado su vídeo en Ayamatti, un jardinero procedente de la India que ha dejado allí a su mujer y sus cinco hijos, a los que ve cada dos años. Los bolsillos de Ayamatti están vacíos, con la excepción de una cartera que contiene un pase de autobús y la fotocopia de su permiso de trabajo.
La propia productora ha destacado dos vídeos de entre esos veintiséis. Uno muestra el paso por Katmandú de Okhwan Yoon, un ciclista coreano que lleva nueve años viajando por el mundo y ha visitado ya 191 países. El otro, de los rusos Renat Ardilanov y Alexander Bayturin, se centra en un practicante de ‘parkour’, deporte contemporáneo que aprovecha vallas, paredes y mobiliario urbano para desplazarse con vistosos saltos y acrobacias. El tatuado joven moscovita se cuelga de la trasera de un autobús, se cuela en el metro dando una voltereta sobre las canceladoras y roba un bollo en el supermercado metiéndoselo en los pantalones. Su exhibición ya le ha valido las críticas de otros aficionados, molestos por el vínculo entre su disciplina y el comportamiento antisocial, y también por el hecho de que uno de sus compañeros sea tan simple como para dejarse filmar en pleno delito.
Para evitar que las aportaciones procediesen sólo del primer mundo, superpoblado de aparatos tecnológicos y bien dotado de conexiones a internet, los responsables del proyecto recurrieron a organizaciones humanitarias que distribuyeron más de 400 cámaras por lugares remotos de África, Asia e Iberoamérica. Esta iniciativa, aseguran, les ha valido algunas de las imágenes más extraordinarias. En cuanto a las más dramáticas, hay un detalle significativo: el 24 de julio de 2010 se celebraba el Love Parade alemán, en el que una avalancha humana provocó 21 muertos y más de 500 heridos, y Macdonald y sus colaboradores han recibido varios vídeos de aquel suceso. En ‘La vida en un día’ también tendrá su sitio la muerte.