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fútbol | copa del rey

Messi es de platino

Una exhibición del argentino, con otro 'triplete' incluido, castigó en exceso a un gran Betis

P. RÍOS
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Messi no encuentra límites, ni siquiera después de unos días agotadores marcados por el polémico 'Balón de Oro'. Herido quizá por quienes le acusaron de, indirectamente, 'robar' el galardón a sus compañeros españoles, firmó una actuación antológica que castigó a un Betis sobresaliente hasta que se agotó en la media hora final.

Incansable, generoso, desbordante e inigualable en el uno contra uno, el argentino firmó otro 'hat trick' antológico en un duelo más difícil para los culés de lo que indica la 'manita' final, una más en esta temporada de ensueño. El líder de Segunda fue osado en el Camp Nou pero no pudo derribar a un Pinto magnífico y acabó triturado.

Messi es de platino pero Xavi y, sobre todo Iniesta, también dejaron detalles de superclases. El balón picado con la punterita por don Andrés en la jugada del quinto gol, será casi tan vista en países como Burundi como los gambeteos y goles del rey del planeta, de uno de los grandes de todos los tiempos. Y con sólo 23 años.

Homenaje a los tres tenores de oro y al valor de la Copa del Rey, un torneo muy vivo a pesar de los eternos problemas de calendario y de las eliminatorias a doble partido por imperativo de los grandes, los mismos que más se quejan luego de que no hay fechas. Salvo Víctor Valdés y Abidal, Guardiola puso a su once de gala. Ya avisó en la víspera que desconfiaba del Betis, ahora en el 'infierno' pero un clásico que siempre se lo puso difícil a los culés en el torneo del K.O.

Encomiable la actitud de los verdiblancos y valiente planteamiento de Pepe Mel, ya que ordenó presionar muy arriba, lo que dificultaba la salida del Barça porque ni los centrales ni Pinto encontraron a Busquets. Dos líneas muy juntas y adelantadas y un ataque versátil que puso en jaque a los locales y generó momentos de incertidumbre en la grada. El buen hacer verdiblanco provocó incluso una bronca pública de Piqué y Alves.

El dominio era local, también la mayoría de las ocasiones, pero los andaluces avisaban. Jorge Molina se fue de Puyol y tiró fuera, Pinto se lució tras cabezazo del mismo delantero y, al filo del descanso, Rubén Castro la estrelló en el larguero desde fuera del área. Fue poco después de que Messi acertara en una jugada extraordinaria. Iniesta le vio, se la dio y el argentino la elevó con sutileza por encima de Casto. El primer abrazo fue de Iniesta, una prueba de fidelidad y ausencia de celos.

Ciertamente, el portero bético estuvo extraordinario en este primer período. Y también afortunado, ya que Villa tocó al palo un pase mortal de Maxwell. Sus mejores intervenciones fueron una mano prodigiosa tras golpe franco de Messi que superó la barrera y se colaba raso, y el desvío de un remate a bocajarro del número uno del universo, que controló y regateó con un toque de pecho extraordinario.

Nada de hundirse con ese tanto con enorme valor sicológico. El Betis volvió a presionar arriba en la reanudación y Rubén Castro volvió a encontrarse con un Pinto gigante en un par de buenos disparos. A partir del minuto 60 y del segundo gol, empero, el cansancio hizo mella en los de Heliópolis. Y eso ante el Barça es la muerte. Ya no existía tanta precisión a la hora de la presión, ni de adelantar la línea. Y Messi mide los tiempos y los espacios como nadie. Dos arrancadas y dos goles para desesperación de Casto, que luego le adivinó la intención en otro gol cantado. Quedaba el tanto de Pedro, con maestría. Y la exquisita guinda: un toque del maestro Iniesta y el cabezazo de Keita. Queda claro por qué el Betis quería jugar la ida en el Villamarín.