Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Tribuna

Somos lo que queremos y padecemos lo que elegimos

FERNANDO SICRE
ABOGADOActualizado:

Elegimos a un Gobierno que diseñó electoralmente un cuadro macroeconómico para los cuatro años de legislatura, sobre el que basó la campaña electoral, absolutamente desviado de la realidad. A pesar de las señales que la economía transmitía y las advertencias efectuadas por algunos a partir del verano de 2007, el gobierno confeccionó unos Presupuestos Generales del Estado irreales. Era sólo el comienzo del calvario que padecemos. Ahora en 2011, la travesía del desierto. No lo haremos con el resto de integrantes del París-Dakar, porque ahora lo hacen en el cono sur, pero no estamos solos. Nos acompaña Portugal y nos abre el camino, Grecia, Irlanda e Islandia. Si tuviéramos que buscar patrocinador para tan dura travesía, algo que impacte y exija la atención del mercado, pondría el logotipo de 'España estanflacionaria'. Ya tenemos garantizado el seguimiento vía satélite de todos los medios. El mercado de prestamistas sigue minuto a minuto la travesía. Y de vez en cuando, algún que otro flash, para no perder audiencia de impacto total. El déficit catalán no es el que transmitió Montilla a la vicepresidenta del Gobierno y así lo aseveró tal cual, valorándolo en 2.300 millones. No nos contentamos con encontrarnos en una situación cercana a la estanflación sino que, como decía Almunia, debemos ser transparentes, o sea, que a su juicio no lo somos, en la apreciación real del déficit, deuda y valoración de activos y pasivos del sector financiero. Ahora Mas nos dice que la cantidad hay que multiplicarla por tres como mínimo y que sobrepasará con creces los 7.000 millones. Dice que sólo ha levantado un piquito de la alfombra. El próximo verano, con los cambios de gobierno que se prevén en muchas comunidades autónomas, vamos a necesitar a Aladino para que las alfombras no salgan volando. A lo mejor, hasta podremos visualizar las vergüenzas y desvergüenzas de un nefasto sistema territorial, rematado con la errónea concepción que sobre el mismo tiene el Presidente de Gobierno. La travesía del desierto nos ha llevado a Dakar, que en muchas cosas nos parecemos más a ellos que a nuestros vecinos europeos. Sin duda, nuestros niveles de productividad y competitividad se encuentran cómodamente en ese entorno.

En 2010, la economía española ha estado estancada. Crecimiento económico nulo y destrucción de empleo. A esto le añadimos el rebrote inflacionista de última hora y ya tenemos los ingredientes para construir un modelo económico de estanflación para España. Lo que nos faltaba. La inflación está aumentando en muchas economías avanzadas y mercados emergentes. En nuestro país sigue siendo probable un más que pequeño crecimiento, que con toda seguridad no sobrepasará la barrera del 0,6% en 2011. En las economías emergentes, la inflación ha estado asociada con el crecimiento económico, que en ocasiones puede ser calificado de sobrecalentamiento. Pero no sólo las emergentes atraviesan problemas de esta índole. Alemania comienza a padecer tensiones inflacionistas derivadas de la política llevada a cabo por el BCE, con su decisión de adquisición de deuda soberana de los países periféricos europeos. Ello tiene una relevancia importante en nuestro entorno. La inflación creciente obligará a la autoridad monetaria europea a restringir la política monetaria y por lo tanto el crédito. El entorno económico mundial, con economías avanzadas y emergentes, se encuentran ante un dilema de difícil solución, por ser antagónicos sus intereses y planteamientos. Es decir, las emergentes deben restringir su política monetaria, mientras que las avanzadas deben relajarla bajo control. Teniendo en cuenta que los riesgos de inflación y aquellos otros que afectan al propio crecimiento se puedan combinar de múltiples formas y todas ellas distintas, es muy difícil para las respectivas autoridades monetarias buscar situaciones de equilibrios que beneficien a la economía globalmente consideradas, ya que se parten de supuestos de hecho antitéticos y contradictorios.

Pues bien, la complejidad de ese entorno hace especialmente difícil la búsqueda de soluciones para España. De ahí la necesidad de cumplir a rajatabla con la reducción del déficit público. Un aumento de déficit público podría llevarnos a la estanflación. Es cierto que el déficit público es difícil de corregir. La crisis financiera está provocando una drástica caída de ingresos tributarios, que deviene en principio de forma cíclica, para pasar a ser un problema estructural. Un alto nivel de déficit presupuestario, suscita sin dudas problemas de sostenibilidad fiscal. Un aumento del déficit podría implicar un fuerte rebrote inflacionista. Ello unido al resto de variables que conforman la actual situación económica española, podríamos acabar ante una situación de estanflación como la que ya se vivió al final de la década de los años setenta.

No es inusual la situación consistente en estancamiento o ínfimo crecimiento acompañado de fuerte subidas en los precios, sobre todo cuando ello afecta a alguna materia prima de excepcional importancia económica. Nuestro horizonte a corto plazo es el siguiente: alza de precios en servicios básicos (gasolinas, butano, electricidad), el textil tiene previsto subidas en torno al 15%, por el alza del precio de algodón del 128%. Los productos básicos de alimentación han experimentado subidas desde julio del 50% y como colofón, las hipotecas comienzan el año para los que tengan revisión de tipos con alzas de tipos, con varios meses de subidas en cadena. Ante todo esto, ¿Qué hacer? Desde luego la solución no es fácil. Una posibilidad sería no hacer nada, ya que en el largo plazo la recesión debiera solucionarse sola, a medida que los salarios, los precios y las demás percepciones se ajustan al aumento de los costes de producción. Por ejemplo, un periodo de baja producción y elevado desempleo, presiona a la baja sobre los salarios. La reducción de estos, eleva a su vez la cantidad ofrecida de producción. Su consecuencia inmediata, el nivel general de precios baja y la cantidad de producción tiende a su tasa natural, es decir, al punto de equilibrio. La otra opción, los responsables de la política económica, que controlan la política fiscal (la monetaria nos viene dada por el BCE), pueden contrarrestar con la diligencia debida algunos de los efectos no deseados, incrementando la producción. Quizás una adecuada combinación de ambas posibilite hacer realidad los cuatro objetivos de política económica generalmente aceptados: crecimiento económico, pleno empleo, estabilidad de precios y equilibrio del sector exterior. Nunca las reformas según la ortodoxia económica liberal fueron tan necesarias y urgentes. España es ya el séptimo país con mayor riesgo de impago de su deuda. Estamos desde luego en otra Champions League de la que decía recientemente el presidente.