Pluralidad y pluralismo
Para que el ciudadano realmente pueda elegir, es necesario que las opciones ofrecidas sean distintas
Actualizado:Con motivo del cierre de CNN+ se han oído con profusión lamentos respecto a la pérdida de «pluralidad» que significa la desaparición de un medio de comunicación, cuando es evidente que se quería aludir a la pérdida de «pluralismo». No voy a escribir de nuevo sobre el fondo de tan triste asunto, pero sí sobre la forma, porque sospecho que la extendida confusión entre ambas palabras refleja el creciente desinterés con que se acoge la disparidad de ideas.
Pluralidad significa, simplemente, «muchos». Cuando se habla de la pluralidad de mundos posibles, se alude a que existan otros aparte del nuestro, sean como sean. Por tanto, referirse a la «pluralidad» en los medios de comunicación significa que queremos que haya más, un deseo bastante pobre e infantil. Pluralismo, en cambio, alude a la existencia de distintas tendencias informativas, de las que se derivan diferentes opciones políticas, ideológicas, económicas o culturales. Siempre que hay pluralismo hay pluralidad, pues es condición necesaria para la existencia de opciones distintas el que haya más de una. Pero no siempre que hay pluralidad hay pluralismo. El aumento de la oferta televisiva es un ejemplo palmario, y se ha comprobado en distintos países del mundo cómo la existencia de un mayor número de canales suele tener como consecuencia el mayor parecido de todos entre sí. Un caso distinto lo constituye la televisión china, pues ofrece una gran pluralidad de canales -incluso uno para emitir en español-, sin embargo, no hay ningún pluralismo, pues las noticias suelen responder a la visión oficial y están manifiestamente sesgadas, cuando no censuradas. Con la confusión semántica actual Zapatero podía haber elogiado ante el gerifalte que nos acaba de visitar la increíble pluralidad de su televisión. Y no habría mentido.
La confusión resulta reveladora de cómo estamos interpretando mal esa libertad de elección que constituye un pilar fundamental de las sociedades abiertas. Para que el ciudadano pueda realmente elegir, es necesario que las opciones ofrecidas sean distintas. Esto afecta a todos los ámbitos de la vida, pero es especialmente relevante en política, donde aumenta de forma preocupante la uniformidad en los idearios de partidos que deberían ofrecernos alternativas diferenciadas sobre cómo gestionar lo público. Las palabras que escribió Orwell respecto a la política y la lengua inglesa demuestran ser válidas en todos los idiomas: «La lengua se vuelve imprecisa cuando nuestros pensamientos son estúpidos, pero descuidar el lenguaje facilita pensar estúpidamente».