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Los republicanos meten miedo a Obama
John Boehner sustituye a Pelosi al frente del legislativo y se convierte en el tercer hombre más fuerte del país Se fijan como prioridad reducir el déficit público y propiciar un cambio de la línea de gobierno al hacerse con el control de la Cámara de Representantes
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarTras dos años ocupando un lugar casi testimonial en el Congreso de Estados Unidos, el Partido Republicano concretó ayer su rotunda victoria en las legislativas del pasado noviembre asumiendo el control de la Cámara de Representantes desde donde se dispone a ejercer una oposición con puño de hierro a la Administración de Barack Obama. «Al 112 Congreso se le exigirá trabajo duro y decisiones difíciles», vaticinó John Boehner, el sustituto de Nancy Pelosi como portavoz de la Cámara, y a partir de ahora el tercer hombre más fuerte del país tras el presidente y el vicepresidente Joe Biden.
Con una amplia batería de medidas legislativas que buscan cambiar al rumbo de la agenda del Gobierno, Boehner y los suyos no quieren perder ni un día en ponerle las cosas difíciles al inquilino de la Casa Blanca. El objetivo último de su campaña es propiciar el desgaste de Obama hasta límites que impidan su reelección. Como nuevo hombre fuerte de la derecha, el nuevo portavoz ha dejado sobradas muestras de que no comparte la mayoría de las recetas de Obama para sortear la crisis y mucho menos las grandes leyes sociales, como la reforma sanitaria, que su partido se propone descarrilar en las próximas semanas. A su juicio, el gasto del Gobierno estadounidense «nos ha pasado factura, y nuestra deuda pronto eclipsará el tamaño de nuestra economía». «Ya no podemos seguir posponiendo las decisiones. La gente votó para poner un fin y hoy comenzamos a llevar a cabo sus instrucciones», dijo ayer en su toma de posesión.
Pese a su contundente discurso, el pensamiento republicano dista mucho de estar fuertemente cohesionado. De entrada, Boehner tendrá que lidiar con el ala de extrema derecha de su partido, integrantes del movimiento Tea Party, cuyos representantes tienen el objetivo de elevar su influencia en el Congreso y llevar a uno de los suyos a las puertas de la Casa Blanca.
Lucha encarnizada
En la nueva composición del Congreso, los conservadores ahora suman 242 en la Cámara de Representantes -se requiere una mayoría simple de 218 votos para aprobar leyes- y los demócratas, 193. El número de nuevos miembros en la cámara baja es de 87 republicanos y 9 demócratas. La nueva líder de la minoría demócrata, Nanci Pelosi, expresó ayer su voluntad de trabajar con los republicanos pero también dejó claro que tendrán que rendir cuentas si impulsan medidas que perjudiquen el bienestar económico del país. Fieles a su promesa electoral de austeridad fiscal, los conservadores prevén este año aprobar recortes de 100.000 millones de dólares en diversos programas internos. Aunque los republicanos de la Cámara de Representantes han prometido revocar o debilitar varios de las leyes aprobadas el año pasado, en el Senado afrontarían una lucha cuesta arriba porque allí los demócratas mantienen 53 escaños, incluyendo los dos independientes que suelen votar con ellos.
En un anticipo de la encarnizada lucha que emergerá a cuenta de la reforma sanitaria, la secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, apeló al nuevo Congreso para que no revoque la ley aprobada por el Gobierno y que la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes se ha fijado como primer objetivo a partir de la próxima semana. Anular la normativa supondría «un frenazo» a los avances logrados y «le quitaría el control» sobre la salud «a las familias y médicos para volvérselo a dar a las aseguradoras», avisa Sebelius, que pidió a los legisladores reflexionar bien sobre qué supone «un paso atrás muy imprudente».
Pese a todo, la iniciativa tendrá un alcance simbólico, ya que una derogación de la ley aprobada en marzo de 2010 por parte de la Cámara de Representantes se enfrentará a la oposición del Senado, donde los demócratas conservan la mayoría, y a un posible veto del presidente. En la Casa Blanca, la nueva era política en Washington podría implicar una reestructuración del equipo más cercano a Obama.