Tribuna

Manuel María González y Arthur Guinness

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Dos hombres y un destino, la empresa. Dos empresas y toda la Tierra como mercado. Dos bebidas, vinos criados en soleras y cerveza negra. Dos instituciones centenarias, González Byass SA y Arthur Guinness's St. James's Gate Brewery Ltda. Dos países, España e Irlanda. Dos crisis y dos gobiernos. Dos formas desastrosas de dejar un país. Podríamos seguir, pero sintetizo ahora las similitudes de los dos gobiernos en su forma de actuar: manirrotos, irracionales, incoherentes y absurdos. El presente, la ruina de sendos países y de sus ciudadanos. El futuro, en Irlanda elecciones, en España de momento más de lo mismo, así lo quieren los nacionalistas.

Precios inmobiliarios, apalancamiento bancario y concentración de riesgos, podrían expresar en pocas palabras la crisis irlandesa. Mientras tanto la española se vería representada por los precios inmobiliarios, el desempleo y por qué no, problemas de nuestro sistema bancario, sin minusvalorar los problemas derivados del déficit y la deuda acumulada pública y privada. Son escenarios distintos, pero convergen en cierta medida en el sector financiero. Cuando fue necesario rescatar al mayor banco de Irlanda, con fondos no comunitarios, el déficit público rompió todas las barreras imaginables, llegando al 32% del PIB. De ser la envidia europea, Irlanda ante el abismo y la quiebra en tan sólo dos años. Se había diseñado una particular estrategia económica en la década anterior, construyéndose el milagro irlandés en torno a dos pilares. El primero, la entrada en el euro, le permitió disfrutar de unos tipos de interés prácticamente inexistentes, que estimularon la creación de empleo. El segundo, un impuesto de sociedades con un tipo impositivo muy reducido del 12,5%, que propició la llegada de empresas multinacionales atraídas precisamente por ello, amén de la existencia de unas cotizaciones sociales del 8,5%. Ambos establecieron las bases del crecimiento, pero al unísono fueron creando una burbuja sin parangón al calor de la banca y los promotores inmobiliarios. Es evidente que el gobierno irlandés no quiso poner freno cuando debió, simplemente porque políticamente no le interesaba. Entre otras cosas, la burbuja que se iba creando, era la que posibilitaba el pago del abultadísimo y caro sector público y la factura generada por unos desaforados servicios públicos. La caída mundial de la economía, llevó al traste la irlandesa, derrumbándose su sistema bancario, que terminó en manos del Estado, ya que este había cometido la barbaridad de garantizar la deuda asumida por los bancos. El agujero dejado por éstos es el responsable del déficit del Estado que ha arruinado al país.

Del relato se desprenden similitudes y diferencias con España. Las razones que aquí se esgrimen en relación con nuestra situación de crisis son dos. Los tipos de interés negativos en términos reales, que estimularon el endeudamiento, lo que tuvo como consecuencia directa, la desmedida y desmesurada actividad constructora. Por otra parte, la llegada indiscriminada de inmigrantes, procedieron a flexibilizar de hecho, que no de derecho el mercado de trabajo, produciéndose disfuncionalidades mayormente perceptibles en la situación actual de grave crisis económica. Para las agencias de rating, las necesidades público-privadas de refinanciación para 2011 ascienden a 360.000 millones de euros, lo que supone el 34% del PIB. Todo indica que los problemas de nuestro país para colocar su deuda serán muy grandes, no menos que los que tendrá para aumentar la competitividad de las empresas y la productividad del factor trabajo. En el ámbito empresarial existe un ratio que mide la distancia de una empresa, según su estructura de balance a la suspensión de pagos. Sí aplicásemos el coeficiente a la situación económica del país, observaremos que con previsiones realistas para 2011, será una auténtica travesía del desierto.

La banca irlandesa ha sido el detonante del problema irlandés. La banca española, considerada en principio como solvente dada su estructura de balance, puede que termine con problemas de solvencia, dado los problemas de liquidez a la que está sometida. Sin embargo, al igual que Irlanda, los bancos españoles, sobre todo las cajas de ahorros, están sobre expuestas a la especial problemática constructor-promotor. Todo el sistema ha prestado 325.000 millones a promotores. La mitad del importe aproximadamente ha ido a parar a financiar viviendas aún no construidas o todavía no vendidas, sobre la base de unas expectativas inexistentes hoy como en el futuro próximo. Saben los integrantes del sistema financiero español, igual que lo sabe Joaquín Almunia, quizás este con cierta imprecisión, de ahí la oscilación de la cifra, que una cantidad que puede oscilar entre los 80.000 a 150.000 millones de euros serán irrecuperables. A ello hay que añadir que las necesidades de refinanciación para este año serán de 90.000 millones y las de capitalización de otros 70.000 millones. Los desaguisados están siendo solventados mediante el recurso al Banco Central Europeo. Esta opción está próxima a finalizar por dos razones. Alemania sufre ya tensiones inflacionistas, lo que requerirá el cierre de esta fuente de financiación y al unísono requerirá una subida de tipos. Las dos opciones no traerán nada bueno para nuestro país. Desde luego y como mal menor, las cajas de ahorro debieran de dejar de ser tales. En lugar de fusionarlas y engordar el problema, el Estado debiera ordenar su salida a bolsa y hacer caja, nunca mejor dicho. Por lo de la obra social que nadie se preocupe. Los nuevos bancos pagarán impuestos y con ellos se financiaran los gastos que el Estado deba acometer.

En el fondo observamos realidades paralelas entre ambos países. Ellos son celtas y nosotros celtíberos, por lo menos somos primos hermanos. Pobres ciudadanos irlandeses tener que soportar políticos como Bertie Ahen, Brian Cowen o Brian Lenihan. Aquí el problema no es menor, estar en manos de Leire, Bibiana, José Luis o el Excelentísimo Sr Ministro de Fomento, a la sazón bachiller con algún que otro curso de telegenia, no es ninguna garantía. Me pongo sin dudarlo en manos de los gestores de las dos empresas emblemáticas y sus visionarios fundadores. Hoy, Mauricio, Juan Miguel, Juan Manuel y Paqui, hacen posible como decía uno de las insignes «narices» de Jerez, que para que su cuerpo funcione como un reloj suizo, basta con tomarse una de Alfonso a las doce y doce de Tío Pepe a la una. De igual forma la familia Redmond, integrada por Lian, Julie y Alison, beberán una pinta de Guinness para olvidarse de la crisis, esa que sí que produce una especial resaca. Bebamos pues vino de Jerez y cerveza negra para olvidar.