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Luis Rubiales ha intentado que no se celebrarán los partidos de Liga el domingo 2 de enero. :: L. V.
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Luis Rubiales: rebelde con causas

El padre del presidente de la AFE repasa la vida de «un honrado obrero del fútbol, un hombre desprendido, noble y comprometido» Estuvo a punto de ascender a Primera con el Xerez de la mano de su ídolo, Bernd Schuster

COLPISA
GRANADA.Actualizado:

Lloraba con genio y con rabia. Mi mujer y yo le habíamos comprado un balón de reglamento y la vestimenta del Motril, el club representativo del fútbol de nuestra ciudad. Aún era casi un bebe, apenas tres años. Ya soñaba con ser futbolista, y claramente afirmaba que de mayor iba a ser como Schuster. Lo vestimos y le calzamos unas zapatillas de deporte. La camiseta le bailaba algo, los pantalones le quedaban un pelín anchos y hubo que dar un par de vueltas a las medias. Eva, su hermana, le hacía burla, y Luis lloraba, mientras balbucía algo de unas botas. Cuando conseguimos calmarlo, nos explicó el motivo de su disgusto: los futbolistas no juegan con zapatillas de deporte. Coincidimos en que tenía razón, y me fui a la tienda a comprarle sus primeras botas de fútbol . Cuando miro la foto que le hizo mi amigo J.A. Maldonado, en su estudio, pisando la pelota con la izquierda, todavía me emociono.

Fueron, digo, las primeras botas. Después vinieron muchos otros pares, hasta que se convirtió en futbolista profesional. Luis es un ejemplo claro de cómo puedes conseguir lo que deseas a base de entrega y de sacrificio. Con solo catorce años debutó con el primer equipo del Motril, a las órdenes de Miguel Novo. Del Bosque quiso llevárselo a la cantera del Real Madrid, Pablo Blanco a la del Sevilla.

Fue, finalmente, el Valencia su destino, con apenas quince años, porque ofrecía las mejores condiciones desde el punto de vista de su desarrollo como ser humano. Allí, en la residencia de Paterna, se hizo un hombre y sin perder ni un curso, terminó COU y Selectividad, obteniendo una mención especial del Tribunal por la brillantez de sus exámenes. En paralelo, su vida futbolística seguía progresando: tuvo maestros extraordinarios, como los internacionales Valdez y Subirats o Higinio. Allí conoció, en su primer año de Universidad, a la que hoy es su esposa, Nela. Allí, también, fue preseleccionado para la internacional sub-18 de España.

Primera lesión grave

Terminada su etapa de formación, ficha por el Atlético de Madrid, y comienza jugando en el filial de Tercera División. Aquí llega la primera de las lesiones graves que Luis ha tenido a lo largo de su carrera: se le rompe el recto anterior de la pierna izquierda. Lo opera, con manos sabias, el doctor Pedro Guillén, uno de los mejores especialistas del mundo. Después de la intervención, estando presentes su madre y yo, el buen doctor le pregunta: «¿Estás estudiando, Luis? Siempre podrás seguir jugando, aunque sea a nivel aficionado». La lesión había sido brutal, y el pronóstico no era muy alentador. En vez de hacer dos horas de rehabilitación, Luis hizo primero cuatro, después seis, hasta ocho horas diarias.

Perdió aquel año, y el Atlético de Madrid le dio la baja. Se vino a casa apesadumbrado, abatido, pero con la firme convicción de que con sacrificio saldría adelante. Los sueños se habían roto: ni selección, ni Atlético de Madrid. Ni siquiera sabía si podría volver a jugar. Pero ya entonces mostraba su carácter, su casta, su orgullo.

Había que empezar de nuevo, y se aprestó a ello. Fue Gerardo Castillo, del Granada 74, quien le dio la oportunidad de volver a vestirse de futbolista, quien confió otra vez en él. Y cuajó una temporada extraordinaria, que culminó con el equipo granadino jugando la fase de ascenso a Segunda División B. Al año siguiente, conseguiría este ascenso, pero con el Guadix, en una temporada en la que jugó más de cuarenta partidos, a las órdenes de Pepe Parejo, una de las personas que más han influido en Luis.

Primer contrato profesional

Es tentado por distintos equipos, y finalmente gracias a las gestiones de nuestro buen amigo Wilder Barcos, firma su primer contrato como profesional con el Mallorca, jugando ese primer año en el 2ª B a las órdenes de López-Caro. Después, el Lleida, el Xerez, dirigido, curiosamente, por el que era su ídolo de pequeño, Bernd Schuster, con el que está a punto de ascender a Primera División y con el coincidiría de nuevo en el Levante, el equipo de su vida. Cinco temporadas seguidas en el equipo valenciano, con dos ascensos a Primera, y con algunas gestas épicas como el 0-1 del Bernabéu.

Después decide acabar su vida futbolística en Gran Bretaña y posteriormente anuncia que quiere presidir la AFE. Su teléfono no para de recibir llamadas de jugadores con problemas, sobre todo con impagos, y ahora sigue en la lucha.