Rajoy encara el año de su confirmación como alternativa
El líder de la oposición disfruta de un viento electoral de popa y su liderazgo no admite discusión interna
MADRID.Actualizado:El líder de la oposición no tiene motivos para fruncir el ceño. La cita electoral de mayo puede ser el preludio de su encumbramiento en 2012; su liderazgo no tiene contestación interna; la sombra de la corrupción de 'Gürtel' cada día es menos inquietante; y mientras, el Gobierno socialista cae en picado. Mariano Rajoy tiene motivos para estar tranquilo y optimista.
Elecciones a la vista
Rajoy y el PP se relamen solo con pensar en las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. Tienen motivos para soñar con un mapa de España plagado de gaviotas de norte a sur y de este a oeste. Las encuestas, pero también la percepción a pie de calle, anticipan el triunfo, que quizá no sea concluyente en lo que a votos se refiere, pero no admitirá reparo alguno en términos políticos y de poder.
Pocas serán las capitales que después de mayo no tengan al frente de su consistorio un alcalde del PP, con la posibilidad incluso de arrebatar a los socialistas una de las joyas de su corona municipal, Sevilla. Otro cantar será la contienda territorial. El líder de la oposición ha echado y echará el resto para que Castilla-La Mancha tenga al fin un gobernante popular. Esa será la gran batalla electoral de Mariano Rajoy, aunque no la única. En el partido opositor incluyen a Aragón y Baleares en el botín. La plana mayor del PP encara los comicios de mayo como la primera vuelta de las generales de 2012, en los que dan por sentada la victoria de Rajoy, pero antes necesitan dar un puñetazo en la mesa. Una estrategia así conlleva riesgos si el triunfo no es incontestable.
Liderazgo sin rival
Nadie, a diferencia de lo que ocurría hace solo dos años, pone en duda el liderazgo de Rajoy. Los críticos se han evaporado y aunque muy en privado algunos en el PP dicen que no es el mejor candidato, no hay ni habrá otro nombre sobre la mesa.
El líder de los populares verá ratificada su primacía en el congreso que el partido celebrará este año. Lo más probable es que se convoque en el segundo semestre. Los buenos resultados electorales obtenidos y las mejores expectativas han abortado cualquier intento de presentar una alternativa. La contestación interna no existe, el derrumbe socialista y el viento de popa que impulsa el proyecto popular hace pensar en unos meses plácidos en el orden interno para Rajoy.
'Gürtel' amortizado
La trama corrupta que tantos dolores de cabeza dio al líder opositor sigue ahí, casi estancada ahora en los tribunales, pero sus consecuencias políticas se dan por amortizadas en el PP. Mariano Rajoy ha decidido no mover ficha hasta que los jueces hablen, y sus servicios jurídicos se encargan, recurso va, recurso viene, de dilatar ese momento.
La enredadera judicial se expande por la Comunidad Valenciana, Madrid y Castilla y León, pero la causa que preocupa en el partido es la que afecta a Francisco Camps y otros altos cargos porque, además del asunto de los trajes, la Fiscalía apunta a delitos más graves. El cambio de presidente en el Tribunal Superior de esa comunidad ha ralentizado la decisión de hasta dónde se va a investigar.
En Madrid, el juez encargado del caso prosigue su lenta instrucción, y no sería descartable que estire el proceso hasta después de las autonómicas para que los acusados aforados dejen de serlo y el caso vuelva a la Audiencia Nacional. En Castilla y León, todo está en mantillas y los tribunales aún no han decidido siquiera si van a asumir la causa.
Una oposición sin riesgos
Rajoy ha desarrollado la estrategia de dejar que el Gobierno se cueza en la salsa de la crisis. Con el argumento de que su papel no es el de plantear políticas sino el de fiscalizar al Ejecutivo, no ha incurrido en graves errores. Se ha limitado, como dicen en su partido, a ponerse de perfil con una retórica de plantear alternativas que no pasan de ser meros enunciados de propuestas sin asumir los riesgos de hacer planteamientos impopulares.
Ahora, en el tramo final de la legislatura, debe decidir si se embarca con el Gobierno en su plan de reformas o se queda al margen, como hizo en la reforma laboral o en las medidas contra el déficit. Entre los populares no hay unidad de criterio, hay quien defiende la estrategia actual y hay quien propugna que dé una imagen de hombre de Estado y comparta con el Gobierno determinadas políticas económicas.
El líder opositor apenas ha enseñado sus cartas hasta el momento, pero parece improbable que en un año electoral imponga un golpe de timón para modificar una trayectoria que ha resultado exitosa para sus intereses.