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Tribuna

La importancia del arte sacro gaditano

PACO CANO
COMISARIO DE EXPOSICIONESActualizado:

Parece que el nuevo año nos trae un hermoso y colorido regalo a los gaditanos. Las obras de restauración del Oratorio de San Felipe Neri han puesto al descubierto frescos y murales barrocos que a pesar de haber estado ocultos durante décadas y a pesar de lo reciente de su hallazgo, muestran desde ya un cromatismo ajeno a estos finales de diciembre.

Como de momento me tengo que quedar con las ganas de verlos en directo, las imágenes que he encontrado esta mañana en lavozdigital.es (vicio adquirido por vivir a 700 km de aquí) me sirven de «promo» o de «trailer» alentador para organizarme en mi próxima visita a Cádiz.

También me sirve -y a esto ayuda el que me he pasado los últimos meses visitando por trabajo iglesias por el sur y la costa este de Estados Unidos, donde cualquier pieza de arte religioso con más de cien años se aprecia como si de un incunable se tratara- para poner en entredicho el valor que le damos en Cádiz, y la rentabilidad que le sacamos, al arte religioso del que disponemos.

Entre las imágenes presentadas en LA VOZ, se adivina una de Santa Bárbara, abrazada a la torre en la que fue encerrada y a la que le abrió tres ventanas que simbolizan la Santísima Trinidad. Esa era la vocación enciclopédica y apostólica del arte religioso encargado por la Iglesia católica; un arte con propósito catequista en un contexto de liturgia, arte para evangelizar; remarcando en todas sus directrices litúrgicas y en todas sus revisiones conciliares que una iglesia no es un museo. Y yo me pregunto, con ingenuidad contemporánea, ¿por qué no?

Por suerte, ahora podemos acercarnos a esas piezas con -que me perdone la Conferencia Episcopal o que no lo haga si no quiere- la libertad que cierto relativismo nos concede.

De la misma manera que disfrutamos de artistas espirituales como Rothko, de los trabajos de Dan Flavin para la Chiessa Rossa de Milán o de la pieza de James Turrel para Monteenmedio -otra visita obligada-, el Arzobispado podría ofrecernos -a nosotros y a los turistas que nos visitan- la idea de disfrutar mediante de un recorrido cultural por las iglesias-museos de los que dispone en la ciudad. De la misma manera que disfruto visitando los 'goyas' de la Frick Collection en Nueva York, los de la National Gallery de Washington o de los del Museo del Prado, me voy ahora mismo a ver los del Oratorio de la Santa Cueva. Arte sin apellidos.