Tramposos
Actualizado:Los griegos fueron los fundadores de las Olimpiadas, además eran gente muy dada a la cultura: música (educación) y gimnasia, valoraban el esfuerzo intelectual y por supuesto el físico. En esto, los atletas eran severamente castigados si los cogían haciendo alguna trampa en las competiciones. Los ganadores no recibían premios económicos, más bien eran simbólicos: una corona de olivo y una palma eran su recompensa; eso sí, eran inmortalizados en las artes a través de inscripciones, estatuas, poetas ( Píndaro, Miro etc.) Hoy, el atletismo pasa por sus mayores males se ha profesionalizado y es el oro y las divisas las que ciñen las mentes de los atletas inmortalizarlos. Se puede correr el riesgo de estar exaltando a un tramposo. Muchos atletas son como niños, mal educados y siempre recaen sobre ellos toda las culpas, cuando es la sociedad o el propio sistema quien lo genera. Si hay una mala educación o comportamiento en los atletas es porque hay alguien que lo induce o lo genera y los hacen malos. Decía Sócrates: «El malo lo es por ignorancia y por lo tanto se cura de ello con la sabiduría». La sabiduría está en atacar a toda esa jerga que contamina a nuestros atletas física y psicológicamente disfrazados de entrenadores, médicos, preparadores físicos, empresarios y multinacionales, dirigentes etc . No dejemos que los triunfos se lo lleven aquel tramposo que haya dado con el mejor brebaje adultero, mientras que los verdaderos atletas se dejan la piel en los entrenamientos y ven cómo un tramposo se cuelga la medalla de la inmortalidad sin escrúpulos.