Bono se reinventa
El síndrome del poder le lleva a merodear por el vacío que deja Zapatero
Actualizado:Del sabueso mediático, como definió a José Bono el ex embajador de George W. Bush en Madrid, se llegó a escribir en algunos confidenciales que para comprar un caballo de 100.000 euros entregó un fajo de billetes de 500 euros envueltos en papel de periódico. Que hacía trueques de pisos por chalés ganando en la operación casi doscientos mil. Y todo adobado por testaferros y empresas aficionadas al cohecho. Hace unos meses el ruido del patrimonio «espectacularmente multiplicado» del presidente del Congreso parecía preceder a un nuevo estrépito de corrupción replicando el conocido formato construido a base de ladrillo, poder, cohecho impropio y furgón policial. Se llegó a dar el nombre del jockey vendedor del caballo, Robert Breul y el nombre del caballo, Farceur du Haul.
Es verdad que a Bono siempre le había rodeado una nube de chascarrillos, dimes y diretes de unos que aseguraban haber visto con sus propios ojos la forma en que ante las dádivas extendía primero la mano... y al rato la cerraba con algo dentro. De pocos políticos de relieve en España se ha alcahueteado tanto. Bien es verdad que el ex presidente de La Mancha, lengua afilada donde las haya, también se ha despachado a gusto sobre sus amigos y enemigos en los reservados insonorizados de la Corte. Pero la campaña lanzada hace meses contra Bono contenía todos los elementos de una operación táctica con afilados objetivos políticos, incluidas querellas ante el Tribunal Supremo por un delito de cohecho. Pero algunos no han acabado de percatarse que las campañas de descrédito con material de desecho nunca deben acabar ante la Justicia so pena de pincharse como la burbuja inmobiliaria. Al fin y al cabo ha sido la sala segunda del Tribunal Supremo, tantas veces tachada de nido de conservadores, la que ha rescatado al presidente del Congreso de las aguas turbulentas en las que por un instante pareció en riesgo de ahogarse. En un auto impecable el máximo órgano de la independencia judicial española archivó las querellas «porque no hay indicios de la existencia y recepción de dádiva».
Hace años cuando anunció su retirada de la vida política cerrando tras de sí la puerta del Ministerio de Defensa esgrimió razones personales y su deseo de recuperar la vida privada. Pero el animal político que habita en su interior y el síndrome de abstinencia del poder lo llevaron de nuevo al supermercado de la droga esta vez en el sillón principal del Parlamento. Ahora que su vida privada parece haber cerrado una etapa con su separación todo indica que el 'yonqui' de la política empieza a mover sus fichas para ocupar los vacíos que la crisis y el desfondamiento socialista están dejando en la cúspide del poder. El eterno superviviente amenaza reinventarse una vez más y jugando con los tiempos y los egos amagar con un último intento de asaltar el vacío que va dejando Zapatero.