COMO UN CUENTO
Actualizado:Posiblemente, a esta hora, ande usted conformándose con esas pamplinas del día de la salud y todo el discurso de buen contentar que nos enseñaron para no parecer demasiado carpetovetónicos, aunque el fondo sigue pensando que nunca fue tan cierto como este año el reclamo de Loterías del Estado para que comprara usted décimos y participaciones de un sorteo -el único en el año- en el que nadie pierde, porque todos ganamos en consuelo. ¿Jugamos? decía el anuncio, sacando del baúl de nuestros recuerdos la poca magia que ya nos queda. Y eso que en esta ocasión, las ventas de lotería de navidad han descendido un ocho por ciento, casi lo mismo que subió la factura de la luz, lo que demuestra que últimamente nos interesan más los pájaros en la mano que cientos de pájaros en la cabeza. O lo que es lo mismo, que empezamos el cuento de la Lechera por el final, y así la cosa no tiene gracia.
Tanto ha ido el cántaro a la fuente que al final, hasta el anuncio de la lotería ha tenido que cambiar de táctica, y si antes el era el calvo el que nos tentaba con su ¿y si toca aquí? ahora son personajes de ficción -Alicia, Peter Pan, Cenicienta- los que descaradamente nos dicen que todo es un cuento.
En fin. No tenga miedo a llamar a las cosas por su nombre. Si no nos ha tocado el gordo, hemos vuelto a perder. Montar el belén ya no es políticamente correcto, los polvorones son bajos en calorías, el pavo ya viene relleno, la Misa del Gallo es a las siete de la tarde y la lotería siempre les toca a otros. Sí. Todo es un cuento. Lo que pasa es que cada vez se parece más al de Dickens. Pero sin final feliz.