Gracias por haberte conocido
Actualizado:El viejo poeta confundía el sur con el amor y aunque decía que el único punto del mapa que no se le borraba de la cabeza era Cádiz, también aseguraba no acordarse de haber nacido. Por eso de que hubo de marcharse para crecer, nunca dejó de ofrecer una mirada de niño pillo, unos ojos que clamaban complicidad, tal vez para pedir regresar. ¡Ay si tuviera un caballo en vez de una metáfora! Si lo hubiera tenido, Carlos Edmundo de Ory habría galopado desde allá a donde viajó el 11 de noviembre para estar en Cádiz, ese lugar en el que pidió una vez a Dios que no bajara el telón. Habría corrido con el corcel para estar ayer en casa, en el hogar donde amigos y familia le rindieron homenaje.
Tributos con palabras, las que dominó de manera natural, sin artificios de literato. Con palabras encadenadas en notas musicales o emotivos silencios. Como el que entrecortó el discurso de su colega Félix Grande. «No sé como darle las gracias a la vida por haberte traído a nuestro lado», susurró el escritor ante una abarrotada Aula Magna de Filosofía y Letras.
Contestó otro íntimo, Jesús Fernández Palacios. «Estamos aquí para ensalzar y explicar su obra. Carlos era un escritor total». Un poeta, ensayista, epigramista, cuentista y traductor que huyó de los traicioneros laureles para emborracharse de vida, que era escribir. Crear aerolitos, «lo importante de ellos es que dejan un hueco en nuestro territorio», recordó otro amigo José Ramón Ripoll. Vida para inventar fantasías, desnudar el erotismo. Hacer llorar. Y reír que para eso «la risa es el sexo del alma», que dijo Ory. 'Estoy que amo', le cantó Alejandro Luque con la caja de Juan Luis Pineda. Y bien podría suscribirlo todo el público presente en la tarde de ayer en Filosofía y Letras.
En especial su familia. Laura, su viuda; Solveig de Ory, su hija; y José Antonio, su sobrino, presidieron un 'funeral' civil que se convirtió en fiesta. Infinita, «como su voz de deseo insatisfecho», que apuntó el máximo estudioso de su obra, el profesor y poeta catalán Jaume Pont. Viajó Pont hasta Cádiz, como Luis Eduardo Aute que, discreto en su actuación, levantó la segunda ovación más cerrada de la noche. La primera fue la que el auditorio dedicó tras la intervención de Carlos Edmundo de Ory, que consiguió que su caballo imaginario llegara a tiempo a la cita. Lo hizo a través de un documental, el que Juan José Téllez le realizó hace más de una década en su casa francesa. Una pieza audiovisual en la que Ory se quejaba, más bien se complacía, de que le censuraban todo. Una charla en la que habló de no exprimir el árbol de la poesía o de lo poco que le interesaba pertenecer a los círculos literarios o protagonizar tertulias.
Y menos mal que no cultivó esas amistades. Al menos de cara a la galería. Si lo hubiera hecho, las cajas de correspondencia que con tanto cariño desinteresado cedió a su ciudad, como parte de un legado que muy pronto estará aquí, no habrían cabido en su casita francesa. Ni en el Reina Sofía, donde estará la sede de la fundación que presidirá su amada Laura. Unos tesoros que la alcaldesa Teófila Martínez volvió ayer a recordar. Y agradecer que se queden cerquita donde se vio nacer al creador del Postismo hace 87 años. La alcaldesa fue una de las muchas representaciones institucionales de este acto homenaje, entre ellas, la del delegado del Gobierno de la Junta en Cádiz, Gabriel Almagro.
Una vida consagrada al amor
«Más vale dejar el papel en blanco que escribir un poema a tiro hecho». Este aerolito de Carlos Edmundo de Ory planeó sobre el homenaje que ayer se celebró en su honor. A fuego lento, con calma, emoción y alegría, se desarrolló este multitudinario tributo dedicado al Hijo Predilecto de Cádiz fallecido el pasado noviembre. Sobre el escenario, las voces de su amigos y colegas contaban anécdotas -esa sesión de espiritismo que contó Cózar- y hablar de su obra, que es hacerlo sobre su vida - «Desde 'Poemas', el amor late en todas sus cosas», dijo Pont-.
El encuentro, prometido el mismo día de su muerte, contó con la participación de los escritores Félix Grande, Jaume Pont, Jesús Fernández Palacios, Rafael de Cózar , José Ramón Ripoll, José Manuel García Gil y Juan José Téllez. Además, Luis Eduardo Aute, Fernando Polavieja, Juan Luis Pineda y Fernando Lobo volvieron a versionar los poemas del creador de los famosos aerolitos. Comenzó el apartado musical el joven cantautor Fernando Lobo. 'Dame tu lengua de fuego', guitarra en mano y armónica en los labios. Jaume Pont, máximo especialista en la obra de Ory y el Postismo, continuó el turno de intervenciones. Minutos antes, el escritor Félix Grande había apretado un nudo en la garganta de los congregados. «Empezamos deslumbrados por él y hemos acabado por incluirlo en nuestra respiración poética. Paquita ( esposa de Grande) dice de él que es un inventor de sueños. No he conocido a nadie con una voluntad tan intensa para vivir. Cuando él se ría el mundo aumentaba. Le gustaba todo lo vivo y era un maestro de la sorpresa».
Y continuó, como habrían hecho todos los allí presentes, más el nutrido grupo de escritores y amigos que enviaron ponencias sobre su obra (Caballero Bonald, Francisco Nieva, Pilar Paz Pasamar, Benítez Ariza, Benítez Reyes....). «Siempre fue de la familia, de esa que hemos elegido, de nuestra tribu. Aunque estuviera lejos, solo necesitábamos saber que estaba. Con eso nos bastaba y con eso nos seguirá bastando. Con su permanente entusiasmo, que no acabará nunca». Como cerró Ory su pregón carnavalero: Fetén.