Viajar o vivir
Actualizado:Una de mis frases emblema es ésta del poeta japonés Matsuo Basho: «Todos los días son viaje». Cada día ofrece posibilidades nuevas, caminos inexplorados, sorpresas y asombros. Sólo cuando uno deja de maravillarse ante la vida deja de viajar, se estanca en la monotonía y la repetición mecánica de los actos, y envejece, por dentro y hasta por fuera.
Viajar es tener los ojos abiertos. Es poner de tu parte la mirada y los sentidos, para que la existencia ponga el resto: la belleza, la magia, la luz. Uno puede ser viajero ocasional o viajero cotidiano, pero si elige la primera opción sólo disfrutará de las excursiones y las vacaciones, como de oasis en medio de la grisura y el secarral, y los días laborables llegarán a parecerle infinitos, interminables. El viajero cotidiano, sin embargo, tendrá la ventaja de encontrar en cada jornada un vergel, más o menos extenso, más o menos cuidado. A la salida del trabajo o al ir a recoger a los niños a la escuela. A la entrada del supermercado o en medio de la plaza de su pueblo. En el abrazo de un amigo o en la conversación de un extraño oída al azar. Porque todo puede ser motivo de pasmo y, quizá, de goce.
La capacidad de asombro es característica del ser humano, y de ella nace el conocimiento. No seamos rácanos con esa virtud que nos ha sido regalada y que todos, absolutamente todos, poseemos. Viajemos cada día, convirtamos cada paso en una aventura, tengamos los sentidos despiertos, no seamos viajeros de fin de semana y vacaciones, turistas ocasionales que se pierden la existencia de lunes a viernes.
Porque detrás de cualquier esquina de nuestro propio barrio puede encontrarse el paraíso, saquemos todas las mañanas billete abierto y exploremos. Buen viaje.