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Sociedad

La invasión de los chiflados

Los vecinos de una aldea francesa temen una avalancha de iluminados convencidos de que sólo allí se salvarán del apocalipsis

M. ZABALETA
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Los habitantes de Bugarach, una bucólica y pequeña aldea situada en el sur de Francia, empiezan a estar preocupados por la que se les puede venir encima de aquí a diciembre de 2012, cuando algunos sitúan el próximo fin del mundo en coincidencia con el final del calendario maya. En el pueblo ya estaban acostumbrados a recibir turistas en busca de ovnis, pero lo de ahora supera todas las extravagancias. Y es que en Bugarach temen la invasión de miles de profetas iluminados convencidos de que sólo allí se salvarán del apocalipsis. Suena a guión de ciencia ficción, pero la realidad ha vuelto a superar la imaginación. Y la psicosis a la cordura. Desde hace un par de años, circulan por la red mensajes apocalípticos que evocan el fin del calendario maya y anuncian desde la inversión de los polos hasta la alineación de los planetas del sistema solar, pasando por una colisión entre la Tierra y un planeta misterioso. «Internet es capaz de todas las locuras y nosotros, que sólo somos 200 habitantes, no vamos a poder resistir», ha llegado a decir el alcalde de Bugarach, un ex ganadero de 67 años. Ni bromea ni frivoliza. No en vano, recuerda Jean Pierre Delord para subrayar el alcance del asunto, la NASA ya se vio obligada a desmentir, en 2009, el próximo fin del mundo. «El mundo no terminará el 21 de diciembre de 2012», aseguró la agencia espacial en una insólita campaña para intentar disipar los rumores.

De poco sirvió. Esclavo de una fama que le ha venido dada, el pueblo recibe desde hace años a numerosos turistas esotéricos que acuden a Bugarach en busca de piedras místicas y otras joyas que se esconden en la montaña «sagrada». Y es que, para muchos, el monte, punto álgido del macizo de Corbières con sus 1.231 metros de altitud, es un «estacionamiento para ovnis» que alberga en sus entrañas medios de locomoción para extraterrestres. Otros, por el contrario, piensan que en esta zona hallarán el Santo Grial o el tesoro de los templarios. «Antes, el 72% de mis clientes eran excursionistas. Ahora, un 68% son 'visitantes esotéricos'», admite Sigrid Benard, gerente de uno de los pocos albergues de la aldea. La irrupción de estos fanáticos comenzó a principios de la década. «Antes, no habíamos oído hablar de esas teorías absurdas», asegura el adjunto del alcalde, Gilbert Cros. Ahora, los «chiflados» compran casas, organizan cursos y buscan invadir el lugar desde el que accederán a un nuevo mundo subterráneo.