El Barça y su delantero fantasma
La ausencia de un ariete puro en el esquema culé desorienta a los defensas, que a veces no saben ni cómo ni a quién deben cubrir
BILBAO. Actualizado: GuardarCuando David Villa llegó al Barcelona en sustitución de Zlatan Ibrahimovic, Pep Guardiola ya sabía que no había fichado a un delantero centro. El asturiano ejercía esa función en el Valencia y lo había hecho antes en otros clubes, pero al técnico de Santpedor le gustaba más su ubicación habitual en la selección, escorado en la banda izquierda. El sueco no era del agrado del entrenador del Barça no tanto por su calidad, incuestionable, sino por su posición estática y escasa movilidad en la zona central próxima al área. Su estilo de juego fijaba a los centrales, sí, pero esa circunstacia, fundamental en equipos que basan su eficacia en su punta nato, como el Athletic con Fernando Llorente, se convertía en un impedimento para los azulgrana, que basan su estrategia de ataque en oleadas por dentro y por las bandas en las que participan tres, cuatro, cinco y hasta seis futbolistas. Es la estrategia del ariete fantasma, una invisibilidad que descoloca sobremanera a las zagas rivales, hasta el punto de que a veces no saben ni cómo ni a quién deben cubrir.
Y es que, en cuanto Xavi o Busquets neutralizan la línea de presión en el centro del campo, el movimiento de las camisetas blaugrana en los aledaños del área para abrir líneas de pase es un auténtico frenesí. Son como abejas zumbando en un panal. Villa puede abrirse o amagar con hacerlo mientras Iniesta, al mismo tiempo, amenaza por la banda o por el centro. De forma simultánea, Alves inicia la carrera por la derecha, Pedro emprende sus movimientos vertiginosos y Messi amaga con un eslalon o con una entrega letal al interior de la zona de peligro. Todo ello en segundos, en un visto y no visto y con los defensas preguntándose qué hacer. ¿Cerramos el centro? El Barça machaca por los costados. ¿Cerramos las bandas? El carril central se convierte en una autopista para el crack argentino y compañía. ¿Neutralizamos el primer intento de ataque? Xavi aparece entonces para proteger el balón y dar tiempo a sus soldados a organizarse de nuevo.
El problema para las retaguardias es que ese reordenamiento de piezas no tiene por qué ser ortodoxo. Es decir, no hay que dar por hecho que cada jugador volverá a la posición anterior. La polivalencia de los culés les permite moverse como quieran, de tal forma que no es extraño ver que medio minuto después de la oleada original Messi aparezca por la izquierda, Villa tire un desmarque por el centro y Alves la pida en el corazón del área. Situaciones de este tipo, habituales cuando el Barcelona está en forma -y ahora lo está, y de qué manera-, generan un caos absoluto en los rivales, confundidos, perdidos e impotentes ante las avalanchas constantes en azul y grana.
Sufrimiento
Los últimos en sufrirlo han sido los defensas de la Real Sociedad y el Espanyol, los dos contrincantes más recientes del Barça en Liga. En el cuarto gol al equipo donostiarra, Messi cruza el área de lado a lado sin que nadie pueda frenarle. Al margen del talento y velocidad del argentino, los futbolistas de la zaga realista se quedan bloqueados porque no saben si entrarle o intentar cerrar los espacios a su alrededor. Pero el mejor ejemplo de las oleadas del equipo de Guardiola pudo verse en el segundo tanto del derbi catalán en Cornellá-El Prat. Cuando la pelota llega a Xavi y el internacional dispara a la red, hay hasta tres compañeros en la boca de gol y Villa, además, espera un probable rechace en la línea que marca el área. Son máquinas perfectas que, además de calidad, siguen a pies juntillas el dibujo táctico de su entrenador, un obsesionado del fútbol con una ambición ilimitada.
Se podrá decir que este sistema pierde enteros cuando el Barcelona no saca su once de gala. Pero la gran virtud del equipo culé es que los sustitutos están cortados por el mismo patrón que los titulares, al menos desde el punto de vista táctico. Así que, jueguen unos u otros, la defensa rival debe buscar una referencia para ordenarse y moverse con criterio. Un objetivo muy complicado.