Ideas para Europa
Actualizado:El presidente del Gobierno, al presentar el ajuste presupuestario el pasado 12 de mayo y al defender su desarrollo en posteriores ocasiones, ha mantenido una inflexible actitud cuasi mesiánica con relación a la inexorabilidad de los sacrificios que había que afrontar, e incluso ha manifestado su disposición a afrontar resignadamente las consecuencias adversas que lógicamente le reportarán las medidas sin duda más impopulares que ha adoptado gobierno alguno durante la etapa democrática, medidas que en este caso van además contra la letra y el espíritu social del programa electoral del PSOE, redactado, claro está, cuando la crisis económica no era todavía más que una remota hipótesis en el horizonte. Y ahora, cuando todo indicaba que la reforma de las pensiones, sobre la que el Pacto de Toledo ha conseguido un apreciable consenso salvo en lo referente a retrasar la edad de jubilación, se realizaría dejando en penumbra esta cuestión polémica, el presidente del Gobierno tampoco ha querido dejar margen a la ambigüedad: ayer, en Bruselas, declaró con rotundidad que mantiene su propósito de aplazar la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, de forma progresiva, con «factores de flexibilidad razonables» que tengan en cuenta las diferentes condiciones de trabajo y años de cotización. «La reforma de las pensiones tenemos que hacerla y la vamos a hacer, con todas las consecuencias», fueron sus palabras. Todo indica que existe un pacto tácito entre el directorio europeo y Rodríguez Zapatero por el cual nuestro país será ayudado a salir del trance recesivo a cambio del cumplimiento estricto de un amplio paquete de reformas. La de las pensiones sería una de ellas, y habría de incluir el retardo de la jubilación. Zapatero debe ser, en fin, consciente de que la reforma no tendría credibilidad alguna si aquí no fuésemos capaces de hacer exactamente lo mismo que ya han hecho los países grandes de Europa, Alemania en primer lugar. Evidentemente, la obstinación de Zapatero tendrá de nuevo un coste elevado en términos electorales y de imagen, pero es difícil negar que, después de haber abordado la crisis con injustificable parsimonia, este es hoy el único camino para salir de ella.
Los jefes de Estado y de Gobierno europeos han discutido en la cumbre de Bruselas concluida ayer distintas ideas para estabilizar la crisis de deuda soberana que afronta la zona euro, más allá del ya descontado fondo de rescate permanente para países con problemas. Entre las propuestas que han manejado los líderes europeos han estado la creación de los eurobonos, el incremento de la dotación del fondo de la zona euro para países con problemas de financiación o la flexibilización del mismo fondo para permitir la compra de títulos de deuda de los países afectados en los mercados secundarios, entre otras. En definitiva, parece que se avanza con discreción -no es bueno transmitir la sensación de que se descartan propuestas por falta de consenso- hacia una mayor «cultura de la estabilidad», término utilizado por Merkel, y hacia una creciente armonización fiscal y financiera, sin la que el euro no acabaría de consolidarse. España y Portugal, por su parte, han recibido un valioso elogio de Merkel, «impresionada» por sus medidas de ahorro, y Zapatero ha acordado con la canciller una cumbre bilateral en febrero, que trataría de ser un rompeolas frente a los embates de los mercados.