Un portazo en las narices
El presidente del Congreso no deja entrar a votar a más de una docena de diputados, entre ellos Aurelio Sánchez
MADRID. Actualizado: GuardarNo se armó el belén, pero casi. Golpes en las puertas, gritos, abucheos e insultos prolongaron ayer en el Congreso la votación para prorrogar el estado de alarma. Se trataba de un simple trámite sin suspense aritmético porque el PSOE contaba con el apoyo de PNV, CiU y Coalición Canaria para sacar adelante la petición del Gobierno que no corría ningún riesgo porque, además, el PP anunció que se abstendría. Y sin embargo se produjo un guirigay importante.
Todo porque José Bono ordenó «cerrar las puertas» para proceder a la votación mientras seguía sonando por megafonía el tono musical que avisa sus señorías de que deben dirigirse al hemiciclo para ejercer su derecho a votar. Los ujieres cumplieron las órdenes y dieron, de manera literal, con las puertas en las narices a una docena de diputados, la mayoría del PP, que estaban en el pasillo del acceso. Entre ellos se encontraba el diputado del PP por Cádiz Aurelio Sánchez.
Las protestas de los que se habían quedado fuera y de sus compañeros de filas subieron tanto de tono que el presidente del Congreso optó por tirar de reglamento. Leyó, con dificultad porque la bancada popular estaba en pie de guerra, el artículo 15 de la normativa de la Cámara Baja que incide en la obligación de los diputados de asistir a las sesiones del pleno y a las comisiones a las que pertenezcan. Bono, ante los silbidos de los diputados del PP, apostilló: «Si asistieran, no tendrían que llamar con golpes a las puertas».
Dos de los afectados que mayor indignación expresaron fueron los populares Gustavo de Arístegui y Juan Manuel Albendea. «Es vergonzoso, acojonante, el timbre de llamada ha estado sonando cuatro minutos después de cerrar las puertas», comentó Arístegui en el pasillo. «¡Bono dimisión, esta votación es nula!», exclamó Albendea.
Otras fuentes populares intentaron restar importancia al incidente y recalcaron que las «prisas y las malas formas de Bono» tenían una justificación muy simple: José Luis Rodríguez Zapatero tenía que coger un avión rumbo a Bruselas para asistir al Consejo Europeo.
El presidente del Congreso insistió al término de la sesión en que los diputados díscolos «no pueden culpar» a los servicios de la cámara o a su presidente de no haber podido entrar. No obstante, reconoció que el timbre de la llamada a votación siguió sonando tras el cierre de puertas y «eso no suele ser habitual, pero no exime».