Comenzó en Nazaret
Actualizado:Mientras que con renovada ilusión montaba en casa el Portal de Belén, fue inevitable que aquellas escenas que trataba de conmemorar con la aportación de figuras y otros elementos decorativos se proyectasen sobre mi mente con extraordinaria precisión. Eran otros tiempos, el calendario de nuestra era aún no había entrado en vigor, sin embargo, en Nazaret comenzaban a ocurrir acontecimientos que presagiaban que «la Palabra» que durante tantos siglos había sido anunciada por los profetas se haría «carne» y habitaría entre nosotros. En Nazaret vivía un excepcional matrimonio compuesto por José y María. El marido era un privilegiado artesano de la carpintería, su fama de gran profesional se había extendido por toda la región de Galilea, de tal manera que la demanda de encargos era impresionante. La esposa era fiel a su marido, con una gran actitud de servicio hacia sus vecinos, guardaba en lo más profundo de su corazón el silencio de todas las maravillas que el Señor había concedido a su persona. La fidelidad de José hacia sus clientes era tan extrema que relegó a un segundo plano la obligación de cumplir el «decretazo», ordenado por César Augusto, consistente en inscribirse en el censo de la ciudad de origen, dentro de un plazo limitado. Lo cierto es que José y María debieron emprender un precipitado viaje del que vamos a aportar algunos detalles: Nazaret era una ciudad de Israel que estaba situada en la región de Galilea, al Oeste del lago de Tiberiades, con una altitud en relación con el nivel del mar Mediterráneo de unos 520 metros; se trataba de una ciudad muy cosmopolita debido a su lugar privilegiado como importante centro de comunicación. El aludido «decretazo» les obligaba a desplazarse hasta Belén, modesta aldea situada al sur de Jerusalén, al Oeste del mar Muerto y a unos 1.010 metros de altitud. Entre la ciudad de partida y la aldea existía una distancia de más de 150 kilómetros. Se supone que la Virgen y San José tardaron unos 9 días en realizar este recorrido, por unos caminos tortuosos y siempre ascendentes, con las dificultades añadidas de que María estaba en avanzado estado de gestación y la pareja sólo disponía de un asno para transportar vituallas y los objetos más precisos. Este viaje fue para el matrimonio lento, cansado y lleno de dificultades. Tuvieron que recurrir a la posada cuyas instalaciones consistían en un corralón con unos cobertizos laterales donde se hacinaban las personas y en el centro los animales, y ni siquiera allí había sitio para ellos. ¿Tendremos un lugar reservado en nuestros corazones para recibir la llegada del Hijo de Dios?