Y PODRÍA SER PEOR
Actualizado:Hace unos meses nos despertábamos con el sabor agridulce de conocer que Alberto Contador estaba siendo investigado por las autoridades del ciclismo por un caso de dopaje en el Tour de Francia, del que se había proclamado campeón pocas semanas antes. Fue cuando le vimos dar una rueda de prensa, bastante nervioso y con un importante ataque de tos, echándole las culpas a una carnicería de Irún, donde un solomillo adulterado habría tenido la culpa. Los patriotas de hojalata salieron a defenderlo inmediatamente, y autoridades deportivas como Jaime Lissavetzky pusieron la mano en el fuego diciendo que le creían.
Ahora es otra deportista la que descubrimos que era una pura estafa, e incluso más allá, descubrimos que además, presuntamente, se dedicaba a vender sustancias dopantes a otros deportistas. Marta Domínguez caía bien, sin más, la mayoría de los españoles nos acordábamos de ella en Juegos Olímpicos y campeonatos internacionales. Sus logros deportivos la catapultaron hasta llegar a la política de la mano del Partido Popular. Todos querían a Marta. Querían. Ha caído, y junto con ella, otros más. Pero lo siguen negando.
De cualquier forma, somos muchos los que nos preguntamos si esto es sólo cosa del ciclismo y atletismo, deportes que no mueven masas ni las empresas patrocinadoras se dejan una millonada. Muchos quieren señalar al fútbol y al baloncesto pero no se atreven a decirlo. ¿Es posible que allí, gracias a la fuerza de patrocinadores y marcas deportivas, todo se puede silenciar más fácilmente? Así lo han dejado caer implicados en la Operación Galgo. España podría caer en profunda depresión si se conociera dentro de unos años que nuestras estrellas más internacionales han recurrido a sustancias prohibidas. El deporte está siendo un analgésico en estos tiempos duros que vive el país, y lo que se ha convertido en bandera internacional comienza a estar bajo sospecha por culpa de algunos que quieren adelantar por la derecha.