El encanto de la solemnidad
Actualizado: GuardarLas notas de la Real Filarmónica de Estocolmo se dejaron oír en un recinto embellecido con flores importadas de San Remo, la localidad italiana en la que en 1896 murió Alfred Nobel. Entre los invitados, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, quien se congratuló de que en la ceremonia «se hablara español». También arroparon a Vargas Llosa el vicedirector de la Academia Española, José Antonio Pascual, y la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel.
Tras la entrega, la cena de gala en el Ayuntamiento de Estocolmo. Bajo una imponente bóveda se sirvió el tradicional e invariable menú: tarrina se salmón, filete de cordero y helado Nobel con chocolate. Por quinto año consecutivo, las viandas se regaron con vino de Rioja. Los cerca de 1.400 invitados, entre ellos decenas de estudiantes, disfrutaron de 25 marcas de esta denominación de origen.
Manteles rosas, sillas de tijera recubiertas de tela y lujosas e históricas vajillas, cristalerías y cuberterías se utilizaron para servir cuatro kilómetros de mesas. Ocho maîtres y 200 camareros atendieron a los comensales.