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Opinion

Todas las puertas abiertas

Saber ahora que Zapatero se ofreció a EE UU para aumentar su presencia militar en España es demasiado

FÉLIX MADERO
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Con frecuencia recuerdo el final de un familiar que, después de vivir casi cien años, murió diciendo una gran verdad. Lo dijo después de despedirse de los suyos, y tras hablar con el cura, que ya es atrevimiento. Aquel hombre se llamaba Valentín, y aunque no tuvo estudios, es hoy la evidencia de que la inteligencia es una cosa y la cultura otra. La primera te ayuda, pero la segunda te salva. Siempre deseé parecerme a Valentín y a su forma de encarar la vida -siempre estaba feliz, o mejor dicho, no amargaba la vida a los demás-, representaba de forma portentosa una manera de estar aquí con dignidad en eso que algunos se empeñan en llamar valle de lágrimas. Las últimas palabras mezcladas con la torpeza del último suspiro fueron estas: todo es mentira.

Crecemos pensando que el mundo está ordenado, que todo se mueve a una velocidad de crucero que hace que las cosas sean o parezcan razonables. Así es hasta que notamos que las cuadernas de la nave suenan y que el comandante lee mal los mapas y se muestra incapaz de trazar la singladura. Lo descubrimos cuando cumplimos años y vamos adquiriendo conciencia de que esto de vivir va en serio. Que la vida iba en serio uno lo empieza a descubrir más tarde, decía Gil de Biedma. Todavía no sabemos que muchas de las cosas que nos acompañan son mentira, pero algo empezamos a notar. Creímos en la libertad, apostamos por la democracia y después dimos por bueno que eso era cosa de políticos, y que nosotros bastante teníamos con votar de vez en cuando. Sabíamos que nada era perfecto, y que los políticos, los que mandan, tampoco lo eran, pero ahí estaban, encajando en el gran puzle de lo cotidiano.

Pero estos días estamos sabiendo más de lo que podíamos imaginar. Claro que dábamos por hecho que la política es una actividad en la que los hombres son capaces de dar lo mejor, pero también lo más detestable y odioso. La mezquindad convive con la grandeza, la miseria con la dignidad. Pero la verdad nunca está junto a la mentira. La política es mentira, sus actores son mentira, sus actos lo son también. ¿Se puede vivir así, se puede ser feliz? Ya vemos que sí. Lo que Wikileaks nos enseña estos días es exactamente eso: que hay personas que no pierden la sonrisa y encuentran la felicidad allí donde otros no aguantarían un segundo. Recordar a Zapatero sentado al paso de la bandera de EE UU; rememorar el día que ordenó la retirada de los nuestros de Irak, y saber ahora que se ofreció a EE UU para elevar su presencia militar en nuestro país, es demasiado. Y Zapatero le dijo al embajador norteamericano: todas las puertas están abiertas para usted. Y entonces se me apareció Valentín en su último momento: todo es mentira. Debería haberlo creído la primera vez que escuché esta historia. Me hubiera ido mejor.