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El escritor Mario Vargas Llosa, durante su discurso. :: EFE
Sociedad

Un ciudadano del mundo contra las dictaduras

Sin la ficción «seriamos menos conscientes de la importancia de la libertad» dijo Vargas Llosa en su emotivo discurso de aceptación del Nobel

MIGUEL LORENCI
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«La ficción nos hace mejores y más libres». «Sin ella seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad». «Seríamos peores sin los buenos libros que leímos». Lo dijo Mario Vargas Llosa en su brillante y emotivo discurso de aceptación de Premio Nobel de Literatura en Estocolmo. A dos días de recibir el premio de manos del Rey Carlos Gustavo de Suecia, el galardonado escritor peruano-español, repasó su peripecia personal, literaria y política. Condenó ante una audiencia que la televisión hizo millonaria, la tiranía allá donde se halle y de cualquier color y forma. Rememoró este 'ciudadano del mundo' su viaje del marxismo al liberalismo. Citó a las decenas de escritores, pensadores y dramaturgos que forjaron su vocación literaria y su ideología. Habló de su fascinación la primera Cuba revolucionaria, pero fue para condenar el fanatismo como el gran peligro de nuestros días, a su juicio capaz de acabar con nuestra civilización mediante un cataclismo nuclear.

Se mostró Vargas Llosa como un hijo agradecido de una España que le dio «todo» y se le quebró la voz al hablar de su familia y su esposa Patricia «la prima de naricita respingada y carácter indomable». «Sin ella mi vida se hubiera disuelto en un torbellino caótico», dijo al borde del llanto y agradeciéndole que hiciera hasta de sus riñas un elogio cuando le dice «Mario, para lo único que tu sirves es para escribir». Hizo extensivo su agradecimiento a todos sus antepasados gracias a los cuales «he podido dedicar buen parte de mi vida a estas pasión, vicio y maravilla que es escribir, una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad».

Agradeció también las enseñanzas a todo sus maestros, «al Flaubert me enseño que el talento es una la disciplina tenaz y una larga paciencia» o al Faulkner que le mostró «que es la forma lo que engrandece o empobrece los temas». Elogio también a Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Thomas Mann, Sartre, Camus, Orwell o Malraux, sólo unos cuantos de los muchos talentos con los que sentía en deuda. «Si convocara a todos los escritores a los que debo algo o mucho, sus sombras nos sumirían en la oscuridad», dijo de unos autores que «fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en los que descubrí que, aún en al peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir». «Me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos», reconoció.

Motor del progreso

«Sin las ficciones seríamos menso conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión», apuntó. «Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, mas conformistas, menos inquietos e insumisos, y ese espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría», dijo un Vargas Llosa convencido de que «una novela, una obra de teatro un ensayo pueden cambiar el curso del la Historia». «La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez», sostuvo.

En la parte más política de una alocución de una hora, condenó Vargas Llosa cualquier tipo de fanatismo, tiranía o dictadura. «Nuevas forma de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo, y con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear», advirtió. «Hay que salirles al paso enfrentarlos y derrotarlos», propuso. «No debemos dejarnos intimidar por quienes quieren arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistado en la larga hazaña de la civilización».

«Defendamos la democracia liberal, que con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el derecho a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido salvando de la vida feral y acercándonos -aunque nuca llegaremos al alcanzarlas- a la hermosa y perfecta vida que finge la aliteratura», propuso. «Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestro sueño realidad», aseguró.

Al rehacer el viaje de su juventud marxista al liberalismo en la que hoy milita, refirió el Nobel su desencanto por la revolución cubana que «me entusiasmó» y agradeció a Aron, Revel, Berlin o Ppper «mi revalorización de la cultura democrática y las sociedades abiertas». «Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad nos alerta contra toda formas de opresión, pregúntense porque todo los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes», concluyó.