Tiempo de zambombas
Actualizado:Mañana, según el calendario canónico, empiezan las zambombas en Jerez. Como nuestra naturaleza es impaciente y bullanguera, hace una semana que las hemos inaugurado, y quien más y quien menos ya ha tomado alguna copa del anís decembrino (¿por qué será que esta bebida apetece tanto justo ahora?) alrededor de una candelá, al tiempo que recuperaba de la memoria más recóndita 'El curita', 'La Micaela' y 'El Romance de la mora'. Cada año empezamos antes, no tenemos remedio.
Para quien viene de fuera, la fiesta puede tener un punto inexplicable. Los villancicos, mayoritariamente de temas profanos, la propensión a la procacidad y al disparate, la abundancia de alcohol, el jolgorio, poco tienen que ver con las fiestas navideñas, familiares, reposadas y hasta solemnes, de otras geografías. Pero la zambomba tiene un encanto irresistible, que anula las suspicacias y las extrañezas, y a la media hora de estar calentándose y ahumándose junto a las brasas, el forastero se rinde y toca la pandereta o palmea como el que más.
Yo no entro en discusiones puristas acerca de si las zambombas en bares y otros establecimientos comerciales se salen del espíritu primitivo, o de si hay que ceñirse al almirez y la botella, porque la guitarra es instrumento intruso en estas celebraciones. Creo en el todo vale si es en aras del divertimento. Si la zambomba facilita que los vecinos, los colegas, la familia, los amigos, nos juntemos por un día para comer, beber y reír, y que olvidemos las rencillas para cantar a coro el mismo estribillo, ha cumplido su cometido. El espíritu de la Navidad es ése: la convivencia, la tolerancia, la buena armonía. Que ustedes las disfruten. «Tin tin, Catalina, tin tin, Concepción».