Mubarak consuma el pucherazo en Egipto
El presidente borra a la oposición en la segunda vuelta de las legislativas para blindar el camino hacia su sucesión
EL CAIRO.Actualizado:Barrio de Shubra, en El Cairo, once y media de la mañana. La multitud se agolpa en una trasera sucia y sin asfaltar de la calle Attar, donde está el colegio electoral con las tarjetas rosas que les identifican para poder ir a las urnas en la mano. Hace un rato ya vinieron a comprarles el voto a 50 libras egipcias, unos 6,4 euros, y no paran de llegar vecinos dispuestos a negociar.
«Fadi Habashi, un ex oficial de policía del Partido Nacional Democrático estuvo ayer por aquí, nos dio un discurso criticando el mal que nos va a hacer cualquier oposición y nos dijo que hoy nos darían dinero por votarles a ellos, que son los únicos que defienden Egipto, por eso hay tanta gente». El que viene con los billetes, un joven vestido de oscuro, está todavía en la otra esquina, supervisando cómo un grupo de ancianas puestas en fila entra a depositar las papeletas ya marcadas. Las acaban de bajar de un autobús. El tratante de votos niega estar manipulando electores y con una carcajada forzada se excusa: «no, yo no pago a nadie, todas estas personas son de mi familia». Pero un espontáneo le aborda incrédulo y le descubre: «a mí me acabas de soltar 30 libras y a todos estos también». Lo peor es que el retén de la Policía está delante, a diez metros, y el jefe no se inmuta. «No pasa nada -tranquiliza-, estos son voluntarios que ayudan, porque, ¿cómo le explico?... Hay quien no sabe ni a qué distrito le toca ir a votar».
El descaro del pucherazo en las elecciones legislativas egipcias se consumó ayer sin la menor convulsión ni dentro, ni tampoco fuera del país. El espejismo de democracia que supusieron los comicios de 2005 -cuando Hosni Mubarak aflojó el puño hasta permitir que sus rivales de los Hermanos Musulmanes ocuparan el 20% del Parlamento-, ha quedado hecho añicos con un fraude por todo lo alto, que la oposición islamista y los liberales del Wafd han tratado de rentabilizar boicoteando ayer la segunda vuelta.
La tibia queja de EE UU, expresando «decepción e inquietud» ante la manipulación que en la primera ronda dio al oficial Partido Nacional Demócrata 209 de los 221 representantes dilucidados ese día, multiplicaba la resignación social. «Mubarak es su gran aliado, la llave de la estabilidad en Oriente Próximo y el mejor amigo de Israel... -explica en el acomodado barrio de Maadi una abogada-. Seguro que a Obama se le ha pasado por la cabeza que esta corrupción puede acabar en una revuelta, pero por ahora, les sirve un líder en Egipto que haya parado los pies a los islamistas, como si los Hermanos Musulmanes fueran a montar aquí otro Irán... ¡realpolitik y larga vida al tirano!». El daño de esta estrategia, advierte no obstante el editor del 'Cairo Times' y jefe de la Organización Egipcia de Derechos Humanos, Hisam Kassem, lo acusarán las pequeñas formaciones moderadas y seculares. «Lo que pedimos a Washington no es que imponga democracia, sino que deje de imponer dictadores».
Se equivocaron quienes pensaban que Mubarak, que lleva 29 años en el poder, iba a ceder otra vez un buen puñado de escaños a la oposición para seguir disimulando avances internos. En un año, se enfrenta a su propia reválida, que dado su delicadísimo estado de salud, es tanto como hablar del momento de la sucesión al frente de Egipto. Su deseo es instaurar una «república hereditaria» al estilo de Siria y su elegido es su hijo menor, Gamal, un 'yuppie' preparado en Europa que reniega de cualquier aspiración presidencial. Si falla, el hombre será el actual jefe de los Servicios Secretos, Omar Suleyman. En cualquier caso, Mubarak se ha garantizado este fin de semana el Parlamento de la transición, sin elementos discordantes que puedan torcer sus planes, ni dar oportunidades a alternativas molestas. Mohammed al-Baradei, ex director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica que ya ha coqueteado con los Hermanos, necesitaría para ser candidato el apoyo mínimo de 250 diputados, que probablemente ya nunca tendrá en la futura Asamblea casi monocolor.
«Falsificar para ganar»
Los Hermandad Musulmana no tendrá cabida en ese proceso por ser «ilegal» desde 1954. Su número dos, Mahmoud Ezzat, mostraba en declaraciones a este periódico su completa apatía ante lo que va a ser su expulsión de la política parlamentaria, y destacaba que su máximo objetivo se ha cumplido: «Demostrar al mundo que Mubarak necesita falsificar para ganar». La red social de centros de caridad, orfanatos u hospitales volverá a ser «el epicentro de nuestra política, porque política es servir al pueblo y resolver sus problemas», explica, y de ahí al islam, «donde encontrarán todo lo que están buscando: la libertad y la democracia que les niega este régimen».
En opinión de Hassan Nafaa, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo, en realidad, «el partido gobernante le ha dado a la oposición el mejor regalo que podría esperar», en el sentido de que, tras el gigantesco fraude electoral, podría surgir una reclamación mayor y, quizás, más unificada a favor de las reformas. La de la Constitución aplicada en 2005 se ha desvelado como una gran farsa, la oposición exige una nueva, aunque la Ley de Emergencia de 1981, en vigor, está para frenar cualquier germen de cambio.