MADERA PRECIOSA
Actualizado:Atrae la atención del paseante el portón de dimensiones señoriales, claveteado, imponente a pesar del largo abandono. Traspone el paseante, dócil a la llamada, la casapuerta. En el patio atrapa su mirada una formidable estructura de vigas, un tesoro de madera que descansa en macizas ménsulas de perfiles barrocos y encuentra apoyo en férreos jabalcones que se bombean como Atlantes al borde del colapso.
Reconoce el paseante el aire del Cádiz solariego anterior a su masiva transformación decimonónica. El patio irradia una sutil calma. Su puerta frontal, cerrada, promete a través de una grieta un segundo patio, quién sabe de qué hechuras. A la izquierda un arco da paso a un cuerpo de escaleras de amplitud señorial que alberga una sorpresa: de una puerta en alto surge una escalera de madera, que asciende serpenteando por el hueco.
Cuentan los vecinos que esta casa del Callejón de los Desamparados, 1, reñidero de gallos no hace mucho, antiguamente fue convento; que eso explica sus ventanucos, y los recovecos de los corredores de los pisos altos.
Cádiz es un milagro porque está hecho de casas de otro tiempo. Ojalá el deterioro al que está librada esta finca no sea el anuncio de un impío derribo. Ojalá las necesarias reformas no diezmen sus tesoros. Ojalá las reliquias que la ciudad exhibe de su esplendor pasado, en forma de maderas de otros mundos (caoba, palosanto, jacaranda, cedro), después de haber triunfado sobre siglos de carcoma, no sucumban ahora a la especulación.