Los controladores pierden la batalla
Fomento asegura que el USCA «ha alimentado a un monstruo que le ha devorado»
MADRID.Actualizado:Los controladores aéreos, el colectivo más odiado ayer en España, han quemado todas sus naves en una guerra que tenían perdida de antemano, y en la que en su última batalla ha ocasionado centenares de víctimas colaterales que nunca debieron pagar un precio tan alto. Son apenas 2.000 personas que han tenido a los gobiernos de uno y otro color político atados de pies y manos y que, ahora, y con su actividad regulada por ley, se reconocen desorientados y vencidos 'manu militari'.
Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) abrirá expediente a todos los profesionales del sector, que se enfrentan además a multitud de demandas civiles e, incluso, penales por su espantada. Unas investigaciones en las que cada controlador dispondrá de 24 horas para justificar su ausencia ante la empresa y que podría conllevar despidos y multas.
El sindicato USCA, roto en mil pedazos después de que sus bases decidieran abandonar al unísono su puesto de trabajo generando un caos sin precedentes, se lame las heridas y reconoce que la situación se le ha ido de las manos. «Ha sido como una bola de nieve, la gente estaba desquiciada», apunta César Cabo, portavoz e imagen del colectivo, quien insiste en que «había llegado un momento en que no se podía parar a los compañeros».
Asegura Cabo que la 'epidemia' general que dejó vacías las torres fue «una explosión espontánea» y que «Aena tiene algo de culpa». Lo niega rotundamente el Ministerio de Fomento, que destaca que «ya el jueves habían alquilado para el viernes una sala en el Hotel Auditórium». Cabo afirma que el trabajo del presidente de USCA, Camilo Cela, llamando personalmente a los centros de control y pidiendo calma, logró templar finalmente los ánimos de una plantilla «maltratada durante mucho tiempo y tratada como criminales de guerra». Tal era el enfado y el malestar de los controladores, insiste Cabo, que «muchos estaban dispuestos a ir a la cárcel». «Ha sido muy difícil convencerles», concluye.
Desde el Gobierno se resta cualquier mérito a esos intentos de Cela, que, sin embargo, sí ha mantenido contactos permanentes durante la crisis con José Blanco, con el presidente de AENA, Juan Lema, y con el secretario de Estado de Transportes, Isaías Táboas. Y se recuerda que solo la militarización del servicio de control aéreo y la amenaza de cometer un delito de desobediencia durante un estado de alarma han hecho volver a los controladores a sus puestos. Fuentes de AENA apuntan la posibilidad de que los controladores creyeran en algún momento que el Ejecutivo fuera 'de farol'.
El futuro en nada se parece al pasado reciente. Los controladores tienen poco que ganar. AENA afronta un nuevo modelo, marcado por la privatización, y con la ley en la mano, los profesionales del sector poco pueden pedir. Solo les queda recuperar la calma y analizar si el USCA les puede representar.