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Diplomacia y noticias

Es bueno saber a cuántos dólares va el kilo de preso de Guatanamo desplazado de Cuba

JOSÉ MARÍA CALLEJA
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El tsunami de información volcado por Wikileaks, publicado en España por 'El País', nos habla del trabajo sistemático en defensa de los intereses de su país por parte de los diplomáticos de EE UU, verdaderos ojos y oídos del Rey de Washington, sea este republicano o demócrata. La prosa clara, urgente, eficaz, descriptiva, proporcionada a la importancia de lo relatado, nos habla de un cuerpo de diplomáticos y/o espías que ven casi todo lo que ocurre, lo analizan bajo el punto de vista de cómo afecta a los USA y jerarquizan la información para que esta sea procesada por sus jefes y convertida luego en decisiones políticas o comerciales.

Como Estados Unidos tiene intereses -económicos, militares, de seguridad, etc- en todos los países del mundo, su cuerpo diplomático esta extendido por todo el mundo con un grosor acorde con la importancia del negocio o de la guerra.

Esta autopista de cables nos cuenta ahora cosas que no sabíamos, otras que nos imaginábamos y algunas que solo nos faltaba confirmar. Es bueno que el ciudadano español tenga a su alcance estas informaciones y que los periodistas se la ofrezcamos. Una de las acepciones de noticia es aquella que la define como el ejercicio de contar aquello que alguien quiere que no se sepa y que el ciudadano debe conocer. ¿Por qué debe saber el ciudadano estos aparentes secretos? Pues porque le servirán para que se haga una idea más cabal del mundo en el que vive, para que sepa quién manda y cómo actúa. Es bueno saber a cuántos dólares va el kilo de preso de Guatanamo desplazado de Cuba, conocer cómo se trata de presionar sobre la justicia para que no hurgue en la muerte del cámara José Couso, qué se piensa del talante autoritario de Putin, cuáles son los intereses de China o si el ego de Sarkozy puede ser un peligro. Es bueno que el ciudadano sepa estas cosas y otras muchas y es lógico que el diplomático, el gobernante, el poderoso, no quieran que se sepan.

No me cuesta nada imaginarme cómo pueden ser los cables equivalentes de los diplomáticos chinos, que se están haciendo con parte de África y de Latinoamérica; o las informaciones proporcionadas por los espías rusos a su jefe Putin, espía de profesión. Es de suponer también que los diplomáticos españoles habrán hablado de Marruecos, o de Guinea, en términos parecidos; es su obligación: contar lo que ven desde el punto de vista de su país. En este relato no hay delito, puede haberlo si algunas de las informaciones aportadas se traducen luego en presiones intolerables a la justicia o en el ataque a los modos democráticos. Los diplomáticos han cumplido con su papel y los periodistas con el nuestro, unos y otros escribirán distinto a partir de ahora.