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Sonría, por favor
El mal humor enferma a quien lo padece y a quien lo provoca. Pero podemos reescribir nuestra forma de ser
Actualizado: GuardarSi la frustración es la falta de satisfacción de un deseo y la tolerancia a la frustración es un aprendizaje necesario en nuestro desarrollo y evolución personal, podemos decir que una persona que tiene un nivel alto de tolerancianecesita una frustración muy alta para que se enfade, se asuste o se ponga triste. Lo contrario le ocurrirá a una persona con bajo nivel de tolerancia.
La baja tolerancia a la fustración implica una sensibilidad excesivahacia todo lo desagradable, que funciona como una lente de aumento, magnificando el lado malo de cada situación. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo molesto es insoportable. De este modo, la vida de estas personas está llena de tragedias y acontecimientos estresantes.
Con frecuencia se sienten de mal humor, agitados, ansiosos, tristes, resentidos, humillados o enfadados con el mundo, un mundo que deberíaestar ahí para satisfacer todos sus deseos. Se sienten víctimas, se quejan continuamente y culpan a los demás. Son rígidos, intransigentes, pesimistas, inseguros y al final, nadie les soporta y se terminan quedando solos. En su rostro se dibujan el surco nasolabial hacia abajo y arrugas en el entrecejo, como rasgos inconscientes de su sufrimiento.
Se trata por lo general de personas eternamente disconformes, intolerantes e individualistas que no pueden ser felices de ninguna manera y que con su mal humor canalizan sus energías negativas, provocadas por sus desequilibrios emocionales, convirtiéndolos en un hábito. Son personas muy difíciles de tratar porque creen tener siempre la razón. Poseen una visión pesimista del mundo y están convencidas plenamente de que estamos todos al borde del abismo.
El mal humor es fuente de no pocas separaciones: la convivencia se hace insoportable por la falta de comunicación y diálogo y la imposibilidad de llegar a acuerdos y disfrutes compartidos. La pareja se convierte en un infierno y el que recibe la persistente furia del cónyuge, además de enfermar y autodestruirse, es el primero que pide ayuda psicológica por la enfermedad del otro, aunque una larga tolerancia de este trastorno nos hablaría, en realidad, de una enfermedad compartida.
La parte enferma de la relación rara vez acude a consulta en demanda de ayuda, porque quien le aguanta «como es» confunde el amor con el sufrimiento o el masoquismo, y él no puede ser consciente de lo que le ocurre. El diagnóstico (en niños, adolescentes o adultos) es una neurosis de carácter que va a requerir tratamiento psicoterapéutico.
Hay personalidades, por tanto, más proclives a caer en las garras del mal humor: hipersensibles, perfeccionistas, depresivos, obsesivos, desconfiados, escépticos, intolerantes. Su actitud es de queja constante e insatisfacción por la incapacidad de obtener placer. Los psiquiatras hablan de bajo nivel de dos sustancias químicas en el cerebro: la dopamina y las endorfinas.
Trabajar por las noches
El trabajo nocturno es otro factor desencadenante. Estrés, insomnio, malestar, insatisfacción personal... están garantizados y complican mucho las relaciones de pareja, familia, trabajo, amigos. Según estudios recientes, pueden hacer perder cinco años de esperanza de vida por cada quince trabajados.
Y tras el mal humor llegan las broncas, que van acompañadas de rabia, ira, fustración y resentimiento, emociones que desgastan la mente y envenenan el cuerpo y el alma no solo de quien las provoca, sino también, y especialmente, de quien las padece. «El abuso de poder no tiene nada de poderoso y sí mucho de debilidad» porque, según decía Unamuno, «todo acto de bondad es una demostración de poderío».
Si aprendimos a ser pesimistas y malhumorados, no todo está escrito. Podemos, con ayuda especializada, reescribir nuestro presente-futuro y nuestras formas de ser, con un nuevo y necesario aprendizaje, para poder llegar a aceptar la realidad con sus aspectos positivos y negativos, reconocer nuestra responsabilidad, tener tranquilidad para analizar problemas y soluciones y conseguir un nivel necesario de autoestima, empatía y confianza para abrirnos a los demás y a nosotros mismos.
Enfrentarnos a los problemas nos hace sentir más fuertes y capaces para nuestro crecimiento personal y las relaciones necesarias que hemos de mantener en un mundo dinámico y real. Hablar con los demás, hacer ejercicio, dormir lo suficiente, crear, explorar, confiar y compartir emociones son parte del camino adecuado. Algunas veces llamamos problemas a los desafíos que la vida nos impone y que no son más que oportunidades para evolucionar y no quedarnos estancados. Saber ganar y saber perder son parte del juego de la vida. Desarrollar el sentido del humor y aprender a reírse de uno mismo son espacios inquebrantables de salud y fortaleza.
Desde que comienza el deseo de ser padre, en los progenitores también comienza a desarrollarse el espacio imaginario de la arquitectura del nuevo ser. Porque no es lo mismo crecer dentro de un vientre cálido, cuidadoso y amoroso que hacerlo en un vientre agitado, angustiado, inmaduro, agobiado por precariedades económicas o por la falta de ilusión de la madre.
Deseos primarios
Los deseos de los bebés están relacionados con necesidades fisiológicas básicas: alimentarse, dormir, tener protección y, muy fundamentalmente, amor y estabilidad. La medida en que se reciben estos primeros contactos de vida van a ser cruciales para la formación de su personalidad y de su carácter.
A través del crecimiento el niño se va dando cuenta de que no siempre puede tener sus deseos satisfechos de inmediato, por lo que va aprendiendo a tolerar y aceptar cierta molestia o demora en la realización de sus deseos, al mismo tiempo que va adquiriendo mayor autonomía y capacidad para manejarse en el entorno que les rodea, contribuyendo a la satisfacción de sus deseos, sin esperar pasivamente a que otros los hagan por ellos.
Por tanto, un buen maternage (ser madre adulta, estable, coherente y sensible a las necesidades subjetivas de su bebé) y límites paternos tempranos, equilibrados y sensatos ayudarán al niño a entender, paulatinamente, que no es él quien hace girar el mundo, sino que el propio mundo es el que gira independientemente de su voluntad. Es decir, ayudarle a aceptar la primera fustración, que las cosas no dependen solo de nuestra voluntad.
Como quiera que las fustraciones forman parte de la vida, igual que el placer, una mala escuela primaria (los padres) puede dar al traste con nuestra manera de movernos y presentarnos ante los demás.