COSAS DE HOMBRES

Ellos también saben sufrir

Cae un mito: las mujeres no se quejan menos que los hombres. La sensibilidad ante el dolor no depende del sexo, sino de las enfermedades que lo ocasionen

MADRID Actualizado: Guardar
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Primero, descartemos un mito. Las mujeres no tienen una tolerancia al dolor mayor que los hombres. Y no se quejan menos de los achaques que van complicando la vida. En realidad, no existe un estudio lo suficientemente amplio que así lo confirme, admite el jefe de la Unidad del Dolor del Hospital del Ramón y Cajal, José Ramón González Escalada: «Solo es un dicho popular que no tiene ninguna base científica», asevera. Sin embargo, antes de que los varones canten victoria, digamos que tampoco se ha probado lo contrario. «No hay evidencia alguna de que el umbral del dolor –la tolerancia al mismo– sea más bajo en las mujeres sanas que en los hombres sanos y de que ellas lo perciban antes frente a estímulos negativos». En opinión del doctor, más que del sexo y de las personas, la mayor o menor sensibilidad ante el dolor depende sobre todo de las enfermedades que lo ocasionen. Lo que sí es cierto es que hay patologías que sitúan el umbral del dolor por debajo de lo común. En este sentido, González Escaladapone como ejemplo la fibromialgia, una enfermedad que en nueve de cada diez casos sufre la mujer.

Precisamente, las estadísticas sobre el dolor crónico son un buen indicador de toda esta realidad. En 2003, se hizo una encuesta en toda la Unión Europea con unos resultados claros: el 19 % de la población padecía algún dolor crónico y España era el país con menos casos. Sin embargo, el informe desmontaba el primer mito: la prevalencia era mayor en la mujer que en el hombre. Y lo corrobora la última encuesta sobre el dolor músculo-esquelético publicada por la Sociedad Española del Dolor –el 84% de los casos de dolor crónico es por este tipo de patologías–. En el informe se explica que «el 66% de los pacientes en las unidades del dolor son mujeres », asegura González Escalada.

Las razones son variadas pero que el perfil más habitual sea el de una mujer de más de sesenta años y ama de casa ya da algunas pistas. «Los trabajos de la mujer no son higiénicos. Son labores en las que no se adoptan posturas ergonómicas», comenta el doctor, y, «tarde o temprano, eso pasa factura». Por un lado, está el problema físico: «No se buscan posturas que no castiguen la espalda o la columna vertebral y las posturas estáticas durante horas tampoco son las más adecuadas».

Crisis del nido vacío

En el otro lado de la ecuación se encuentra el componente psicológico. «Se trata de mujeres que en la mayoría de los casos no tienen un trabajo incentivador», explica el secretario de la Sociedad Española del Dolor. Y parece que todo sucede en el mismo momento. «Los achaques comienzan en la época en la que los hijos se van de casa. Las mujeres se quedan solas, pierden sus objetivos y comienzan los cuadros depresivos», resume. Como es lógico, «cualquier depresión aumenta la percepción dolorosa». Los hombres, en cambio, «han tenido trabajos más incentivadores y han cuidado más su ergonomía», alcanzando esa etapa de la vida «con menos patologías dolorosas, mientras que las mujeres tienen una mayor sensibilidad ante el dolor».

¿El dolor afecta a los mismos órganos en hombres y mujeres? «Definitivamente sí», contesta González Escalada. En el 50% de los casos, «hablamos de dolor en la espalda, dolor lumbar». Entre las causas hay componentes ciatálgicos, de falta de irrigación en las piernas –lo que solemos llamar ciática–. En este caso, son componentes neuropáticos añadidos al dolor músculoesquelético. «Después, en un 33% de los casos, hablamos de artrosis en extremidades, aunque predominan las situadas por debajo de la cintura: sobre todo en rodillas y caderas», señala. Por último, se encuentran otros dolores articulares y musculares relacionados con la fibromialgia. No hay, pues, gran diferencia entre hombres y mujeres.

Cabe preguntarse si en la forma de afrontar el dolor, las diferencias en el género se acentúan más. Y parece que así es. De hecho, la manera de enfrentarse a estos problemas tiene además una incidencia directa en la percepción que tenemos del dolor. «Los problemas emocionales de déficits de afrontamiento pueden condicionar negativamente esa percepción», apostilla el médico. A este respecto, «es muy fácil pensar que la mujer afronta el problema de una forma más deficitaria que el hombre». ¿Por qué? «El hombre tiene otras defensas, otras distracciones que le hacen pensar menos en el dolor, mientras que la mujer a ciertas edades se centra más en su dolor y percibe el cuadro doloroso de forma más negativa».

De nuevo, es el aspecto psicológico el que sale a colación y tiene mucho que ver con el entorno social y el contexto en el que la mujer ha desarrollado su vida. Así, «muchos hombres siguen trabajando con sesenta años, lo que significa que su mente sigue ocupada con objetivos. En cambio, una mujer sin hijos en la casa y con horizontes poco claros de futuro tiene cierta tendencia a hacer introversión de sus propias percepciones, de tal manera que acaban magnificando el dolor y centrándose en él».

Tampoco en el tratamiento del dolor se aprecian diferencias sustanciales, pues es algo que dependa del tipo del dolor y la patología que lo cause. «El dolor crónico tiene componentes físicos y emocionales y eso lo percibe cada individuo de manera distinta». Lo que se hace desde las unidades del dolor es «evaluar qué componentes físicos y emocionales hay en ese dolor y en base a eso «potenciar los analgésicos puros cuando se trate de dolor físico y los analgésicos psicotropos en aquellos más emocionales».