Foto: Maite Bartolomé
prevenir y curar

Pies, para qué os quiero

A pesar del servicio que prestan, a menudo los tenemos abandonados

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Son las raíces de nuestro cuerpo, nos sostienen y conducen a todas partes. Sin ellos no podríamos caminar, ni conducir, ni bailar, ni hacer deporte. Sin embargo, son los grandes olvidados de nuestra anatomía, la parte a la que, posiblemente, menos atención prestamos.

Compuestos por 26 huesos, 107 ligamentos, 19 músculos y 5 pares de uñas, los pies están obligados a cargar con nosotros toda la vida –durante la cual se calcula que caminamos 100.000 kilómetros–, pero en lugar de dedicarles los mimos y cuidados que tanto se merecen como expertos amortiguadores de nuestro chasis, los castigamos continuamente sin ser conscientes de que, a larga, nos pasarán factura por tan desconsiderada actitud.

A pesar de que acudir al podólogo no se encuentra entre los principales hábitos de salud de los españoles, una encuesta realizada por una conocida marca de zapatos concluye que más del 75% de las mujeres españolas y el 50% de los hombres reconocen haber padecido a lo largo de los años molestias en los pies. Callos, grietas, juanetes, dedos en martillo o garra, hongos… Los especialistas advierten de que estas incómodas dolencias podrían ser evitadas o atenuadas si fuéramos conscientes de la importancia que los pies tienen para la salud y empezáramos a adquirir unos sencillos hábitos relacionados con la higiene y el calzado. Se trata de conseguir, al fin y al cabo, que nuestros pies no lleguen a viejos antes que nosotros.

La experiencia de estos profesionales demuestra que solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena o, lo que es lo mismo, que acudimos a la consulta del podólogo cuando las patologías están ya en estado muy avanzado y vemos las estrellas al andar. "Solo el 1% de las personas que atendemos viene con los pies en buen estado para hacerse una revisión rutinaria. La mayoría trae problemas muy acusados", afirma Beatriz Iglesias, podóloga del cuadro clínico del Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ) del País Vasco.

Los callos son uno de los principales caballos de batalla de quienes se dedican a esto. Se producen por el roce o la presión constante que el calzado ejerce sobre el pie, lo que impide que pueda hacer libremente el movimiento natural de palanca al andar, provocando una acumulación de piel dura y amarillenta en ciertos puntos que causa ese dolor tan característico en forma de pinchazos. Un tipo de callo muy común es el que se da entre los dedos, conocido como ‘ojo de gallo’. También son frecuentes las durezas, provocadas en multitud de ocasiones por algún defecto en la pisada y agravadas por zapatos inadecuados, y las grietas de los talones, causadas por falta de hidratación. "Cuanto antes se acuda al podólogo, más fácil será eliminar por completo estas molestias, pero también es importante concienciar a la población del peligro que supone abusar de calzados que oprimen y, en especial, de los tacones que sobrecargan el peso sobre las articulaciones", advierte Iglesias.

Dichosos tacones

Los tacones son, por consenso unánime de los médicos, el enemigo número uno del pie, a pesar de que los dictados de la moda se empeñen en que cada vez sean más y más altos. Son los causantes de la mayoría de las deformaciones de los dedos, principalmente de los juanetes, y de otras patologías graves como la artrosis. ¿Deberían entonces las mujeres renunciar a ellos? Iglesias nos da la medida justa: "Lo importante es no hacer un uso continuado. Utilizarlos, pero combinarlos con otros más flexibles, de tacón ancho y bajo –unos tres centímetros es lo ideal– y con una horma holgada para que el empeine y los dedos vayan cómodos. Lo que ocurre es que actualmente encontrar un zapato cómodo y bonito parece estar reñido con la moda", se queja la podóloga.

El desconocimiento sobre sencillas rutinas higiénicas lleva a mucha gente a padecer en silencio hiperhidrosi o exceso de sudoración, habitualmente acompañada de mal olor. Esta molestia la sufre una de cada tres personas en nuestro país, según el estudio Podosalud sobre hábitos de higiene y cuidado podal de los españoles. Además, tres de cada diez no se lava correctamente y muchos de los encuestados opinan que el mal olor es algo ‘normal’.

"Al ir encerrados y pegados al suelo, los pies son la parte que más suciedad acumula del cuerpo, pero si se hace lo correcto no hay por qué sufrir. El mal olor se produce por la putrefacción de las bacterias que contiene el sudor, por lo que si se lavan a diario con un jabón de ph 5.5, tenemos la mitad del problema resuelto. También hay que secarlos a fondo, hidratarlos con una crema adecuada, exfoliar la piel periódicamente y utilizar medias y calcetines de fibras naturales, como el algodón o la seda, que no potencian el sudor", aconseja la podóloga. Otra medida muy eficaz es la desinfección o lavado de los zapatos, donde quedan acumuladas lasbacterias. "Hay unas pastillas de formol que se introducen en una bolsa de plástico junto a los zapatos durante 24 horas y dan muy buen resultado", añade.

Estos mismos consejos sirven para evitar los hongos, que suelen aparecer con frecuencia en las personas que practican deporte. El ‘pie de atleta’ es uno de los tipos de micosis más comunes. Produce síntomas como picores, descamación o pequeñas ampollas entre los dedos. Puesto que es contagiosa, conviene no andar descalzo en gimnasios, piscinas o duchas públicas. Las uñas son otro lugar preferido por los hongos, una infección que afecta a más de 1,3 millones de españoles, según el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos (CGCOP). El cambio de coloración, alteraciones en su grosor o el aspecto de fragilidad son signos de que existe alguna patología en esta zona, esencial para reforzar la estabilidad de los dedos. Por lo general hay que cortarlas siempre rectas para no dar lugar a uñas encarnadas, que pueden degenerar a su vez en infecciones.

También muchas personas, en especial aquellas a las que sus profesiones les exigen estar de pie, llegan a casa con los pies hinchados. Aunque pueden calmarlos poniéndolos en alto, dándose baños de agua con sal y aplicando cremas drenantes, es conveniente que se lo hagan saber a su médico de cabecera para valorar si detrás de esa inflamación se esconde alguna otra patología circulatoria.