La crisis arruina la salud
No solo las curvas económicas han empeorado brutalmente en España, también las de los electrocardiogramas y demás pruebas médicas de los ciudadanos
Actualizado:Dice Woody Allen que el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Claro que no es el dinero en sí, sino la seguridad que aporta a nuestras vidas. Poder afrontar los pagos de las hipotecas, la inseguridad de no saber si salvaremos el empleo a pesar de ese ERE o la incertidumbre de si en breve podremos seguir manteniendo una familia son algunas de las preocupaciones que quitan el sueño a los millones de personas de todo el mundo afectadas por la crisis económica.
Una crisis que, lejos de impactar solo sobre la finanzas, llega a afectar a nuestra salud. Como un efecto dominó, golpea nuestra mente, de ahí se expande hacia nuestra vida familiar, que cada vez se hace más insostenible hasta que llega a sufrir graves disfunciones, y acaba por caer sobre esas ‘fichas’ que mantenían nuestro equilibrio físico y que se rompen cuando los periodos de trastorno mental son prolongados.
Nadie está a salvo. "El efecto de la crisis financiera en la salud preocupa a países de todo tipo, con independencia de su grado de desarrollo. Los dirigentes de los países están inquietos por el posible empeoramiento de la salud conforme crece el desempleo", advertía ya el pasado año la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud. No se equivocó.
"En tiempos de crisis hay más personas que se enfrentan a una situación económica o personal difícil, lo que hace que aumenten, proporcionalmente, esos trastornos que por regla general mayor incidencia tienen en nuestra sociedad, como lo son los relacionados con el estado de ánimo y los trastornos de ansiedad", señala la psicóloga Alexandra Segura, experta del Gabinete de Orientación Educativa de la Universidad Francisco de Vitoria.
A la vez que sucedía eso, la OMS alertaba también sobre la posibilidad de un aumento del con-sumo de tabaco, alcohol y otras sustancias perjudiciales, como ya había ocurrido en otras ocasiones. Acertó de nuevo. Muchas personas que acuden a la consulta del doctor Fernando Espí Martínez, especialista en Medicina Interna y experto en adicciones toxicomanías y deshabituación del tabaco, padecen trastornos de ansiedad y otros vinculados a ésta, como fobias, crisis de pánico, insomnio, agitación psicomotriz, alteraciones de la conducta, irritabilidad y disfunciones familiares, lo que arrastra a muchos a consumir drogas, en su mayoría, legales.
Cuidado con la dependencia
Ansiolíticos, antidepresivos, alcohol y tabaco ven incrementado su consumo "como mecanismos de evasión o de compensación", pero hay que tener en cuenta que todos, incluso los que se demandan en la consulta, generan dependencia. "Por eso son drogas", explica Espí. De hecho, si se interrumpe bruscamente su consumo pueden aparecer síntomas propios de un síndrome de abstinencia, como dolor de cabeza o nerviosismo, que inducen al afectado a seguir tomando la medicación. De ahí que esos tratamientos necesiten supervisión de un experto que retire la medicación gradualmente.
A pesar del coste económico que supone su consumo, el alcohol y el tabaco son usados por el paciente como medicación contra la ansiedad. El alcohol, porque en un primer momento relaja, hace olvidar los problemas y la realidad que a uno le rodea, aunque luego ponga más irritable y agresivo, algo que agrava el cuadro. Por su parte, los fumadores y ex fumadores que vuelven a recaer en épocas de crisis encuentran que el tabaco les relaja, les anima o les ayuda a concentrarse: "Ellos saben que todo esto es perjudicial para su salud, pero lo utilizan como una herramienta emocional", matiza Espí.
No todos los trastornos se manifiestan de la misma manera. Así, uno depresivo "cursa con sentimientos de tristeza, de culpa y apatía, no se encuentra placer alguno en las actividades que hacemos a diario, se dan alteraciones del sueño, del apetito y de falta de energía y se pueden tener ideas suicidas", afirma Segura. Menos conocido entre la población, aunque importante por su incidencia en ella, es el desorden bipolar, "que alterna estos episodios con otros de tipo maníaco en los que la persona se encuentra en el polo opuesto: se siente eufórica, habla mucho y muy rápido, está irritable, tiene poca necesidad de dormir y presenta unas conductas socialmente poco adecuadas", continúa la experta.
La trampa del estrés
El estrés, algo a lo que damos menos importancia por lo común que es y porque en ocasiones es positivo, puede favorecer enfermedades, especialmente cardiovasculares, debido a que se genera porque nuestro cuerpo produce una serie de sustancias químicas para afrontar el desajuste existente entre la capacidad de uno en un momento determinado y las exigencias. Eso sí, depende de la persona y la situación a la que se enfrenta que esas sustancias varíen y tengan una mayor o menor incidencia.
Con el llamado positivo aumenta el ritmo cardíaco, la tensión arterial y el flujo sanguíneo en músculos y cerebro, mientras que con el negativo los síntomas varían hacia una frecuencia cardiaca elevada mantenida, palpitaciones, sudoración, visión borrosa y temblor de piernas o manos. La psicóloga expone que, mentalmente, el positivo se asocia "a una persona que tiene una sensación de control de la situación, por lo que se encuentra bien. Ha trabajado mucho, pero ha rendido bien, le ha gustado lo que ha hecho y ha conseguido un resultado con el que se siente satisfecho y feliz. Pero de ahí podemos pasar muy fácilmente al negativo, porque el entendimiento puede seguir siendo bueno, pero a costa de un malestar de la persona que no controla la situación y prevé un resultado que no es el que esperaba".
Más allá de estos síntomas, los trastornos mentales conllevan una afectación somática bastante frecuente: dolores de estómago y de cabeza, taquicardias, falta de aire o creerse que el corazón no funciona bien son algunos de los relatados en las consulta del doctor Espí. "Pero cuando les haces pruebas y preguntas, ves que se deben a ese cuadro de ansiedad generado, en muchas ocasiones, por la propia inseguridad laboral". Claro que, a la larga, pueden pasar de la mente al cuerpo, tal y como hace ver Segura: "La ansiedad, que tanta incidencia tiene en nuestra sociedad, hace que nuestro cuerpo reaccione ante esa situación que le provoca miedo y eso, si se mantiene mucho tiempo, puede conducir a padecer enfermedades cardiovasculares".
El remedio
Cuidar la salud, cultivar las relaciones sociales y esforzarse por continuar con una vida normal es necesario, pero ocuparse de uno mismo no es tan fácil. Según Segura, quien tenga trabajo debe atender su ámbito laboral: el contacto con sus compañeros, su desempeño... Si, por el contrario, está desempleado, debe activar su búsqueda activa, recurrir a todos los recursos a su alcance, pedir ayuda y mimar su dimensión social y sentimental: "Intentar seguir haciendo su vida y pensar en alguna formación que les estimule intelectualmente".
Hay muchas personas incapaces de seguir estos consejos o que, aun haciéndolo, no se sienten mejor, y deben pedir ayuda. "Aunque no podamos cambiarles su realidad, sí podemos darles herramientas para afrontarla mejor, e incluso aportar alternativas", concluye Segura.