«El ingrediente clave de la poesía es el conocimiento del dolor»
El poeta visitó ayer Cádiz para participar en el ciclo 'De Poesía con Unicaja' junto con María Victoria ReyzábalFélix Grande Premio Nacional de las Letras Españolas y Flamencólogo
CÁDIZ. Actualizado: GuardarSu corazón está dividido. Una mitad pertenece a la poesía y la otra, vive presa de su amor al flamenco. Desde que dejara aparcada la guitarra para dedicarse de pleno a los versos, ambas pasiones se unieron en lo más profundo de su ser. El escritor Félix Grande, que aún siente nostalgia de las cuerdas, reúne tres premios nacionales, el de Poesía, el de las Letras Españolas y el de Flamencología, conseguido en 1995 gracias a su libro 'Memoria del Flamenco'. Ayer visitó Cádiz para participar en el ciclo 'De Poesía con Unicaja', que le reunió en el CUC con la también poeta María Victoria Reyzábal y el presidente de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía, José García Pérez, que ejerció como moderador. Hubo charlas, confidencias y una lectura de poemas a cargo de los dos autores.
-¿Qué ingredientes ha de poseer una buena poesía?
-Ante una pregunta como ésa debo ponerme solemne. Diría, como si estuviera hablando de la poesía flamenca, que el ingrediente fundamental de toda página que aspira a perdurar es el conocimiento del dolor y la decisión de no volverle la espalda a ese dolor. Eso es fundamental para que tus palabras se lleven bien entre sí y con el lector.
-Entonces, ¿la poesía es una buena terapia?
-Hay muchas definiciones de la poesía. Algunas dicen que es comunicación, que es conocimiento, un autor dijo que era 'un alma cargada de futuro' y Carlos Edmundo de Ory decía que era 'técnica y llanto'. Para mí, es una forma de consuelo, de terapia.
-Dice que sus grandes referentes son Machado, Luis Rosales y César Vallejo. ¿Cómo definiría la poesía de cada uno?
-Luis Rosales es uno de los cuatro mejores poetas del siglo XX en lengua española, junto con Carlos Edmundo de Ory, José Hierro y Antonio Gamoneda. Yo los admiro mucho. Machado, está más hondo, más adentro. Es alguien que además de deslumbrarte, te acompaña, como si fuera un abuelo que te querrá hasta la muerte. En cuanto a César Vallejo, creo que es el poeta que ha hecho más iluminaciones con la combinación de las palabras.
-Atesora tres premios nacionales. ¿Cuál ha significado más para usted?
-Quizá el que más me conmovió fue el de Flamencología. El flamenco está tan vinculado a las emociones fundamentales, a las que forman la estructura de la conciencia... Me lo dieron por mi amor a este arte tan inmenso que fue algo más que un regalo, un prodigio.
-¿Estará contento con la distinción de la Unesco?
-Ahora que ha sido asignado, es desagradecido decir que tardaron, pero el flamenco venía siendo patrimonio de la humanidad desde hace mucho tiempo. Pero que unos señores que no son españoles hayan decidido proclamar su universalidad, es algo que tenemos que agradecer con el corazón.
Su otra vocación
-Usted dejó la guitarra flamenca para dedicarse a la literatura. ¿Se plantea alguna vez cómo hubiera sido su vida si hubiera seguido su carrera musical?
-Es que no podía ser. Tocaba la guitarra desde jovencito y tenía la sensación de ser uno más entre tantos guitarristas. Pero de pronto llegó Paco de Lucía y sentó a tanta gente a practicar ocho horas al día que a los que no teníamos tal abnegación, nos dio una patada y nos mandó a la cuneta. Entonces, hice lo más noble que pude hacer, guardarla en un estuche y sentir nostalgia durante el resto de mi vida.
-Aun así, el flamenco siempre ha nutrido sus versos...
-Sí, aun antes cuando tocaba la guitarra, era pastor de palabras. Luego, tras dejarla, más aún. La nostalgia y la culpa por abandonar la música, me hizo acercarme cada vez más al flamenco. Se note o no, mis amores antiguos con la guitarra están presentes en mi amor por las palabras.
-Su mujer y su hija también son poetas, ¿no?
-Sí. En el mundo de la guitarra, hay una anécdota. Cuando el Niño Ricardo le dijo al padre de Paco de Lucía, tras verle tocar con tan sólo 12 años, 'Antonio, este niño nos va a mandar a todos a la construcción'. Pues a veces pienso que mi hija, a su madre y a mí, nos va a mandar a la construcción.