La felicidad de la ciudad
Actualizado:El prestigioso informe Merco Ciudad, que hoy publicamos en exclusiva, destaca un dato contundente y es el retroceso de Cádiz como lugar más valorado para visitar, para hacer negocios, para trabajar, o incluso para divertirse. El paro y la falta de expectativas son la causa de esta baja estima, que se muestra con toda su crudeza en el reputado informe y que no debe quedar para alimentar hemerotecas, sino para mover a la reflexión acerca de una realidad que a veces, como a un enfermo, se nos oculta en aras de una esperanza que permita seguir luchando o de un instinto de supervivencia. Los datos, la posición de las ciudades en el contexto andaluz o nacional son una cura de humildad para quienes se creen el ombligo del mundo.
Frente a este descenso de posiciones en el ranking de las mejores ciudades, la valoración de los responsables municipales resulta desigual: La alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, es la mejor valorada de Andalucía y con mejor reputación, mientras la de Jerez, Pilar Sánchez, está en último lugar y el primer edil de Algeciras ocupa el tercer puesto por la cola.
Es curioso que sí aparece Cádiz en un puesto un poco más elevado, el quinto, como el mejor lugar para vivir y destaca por su seguridad ciudadana, por su clima y por la «mentalidad abierta» de sus gentes. En contra, la falta de aparcamientos y las obras, la ausencia de zonas deportivas, las malas comunicaciones y, sobre todo, el paro.
Ahora se vuelven a poner de moda los «índices de felicidad». El primer ministro británico, Cameron, los va a imponer, a la vez que un recorte económico draconiano, del que nadie nos vamos a librar. Me pregunto cómo resultaríamos lo s gaditanos si se nos evaluara en función de los indicadores de Bután, el país que los inventó: «desarrollo socioeconómico igualitario y sostenible, conservación de la naturaleza, preservación de la cultura y el patrimonio cultural y presencia de un gobierno responsable y transparente». Cuando las desigualdades sociales se incrementan, la trasparencia no es el rasgo característico de los gobiernos, la cultura y la protección del patrimonio dejan que desear y sólo nos consuela que hay gente peor, en el Tercer Mundo.
Con todo, tenemos bazas para hacer frente a la situación, porque un reciente congreso situó como claves de la felicidad «el sentido del humor, empezando por reírse de uno mismo, la capacidad de adaptación, la acción y la relativización de los problemas». Puede sonar a una sarta de tópicos, pero es razonable concluir que podemos defendernos. Lo llevamos haciendo siglos y, por otra parte, quienes aparecen con mejor posición en el último ranking de países más felices no son precisamente ricos:Vanuatu, Colombia, Costa Rica. España es la 87 de 178 naciones.
Son armas de superviviente. Lo razonable sería que el ideario de los partidos y las instituciones recuperaran el artículo de la Constitución de Cádiz, que consagraba que «el objeto del Gobierno es la felicidad de la nación».