CRISIS DE LA SONRISA

El presidente Obama sigue sin poder sonreír porque se le rompió el labio por hacer deporte y su Santidad Ratzinger no se atreve hacerlo, no sea que se le hiele la sonrisa, después de las curiosas interpretaciones que ha tenido su teoría sobre el uso del condón.

De estas indeseables consecuencias no debemos deducir que sea malo hacer deporte o hacer declaraciones, pero sí que ambas actividades deben realizarse con cierta precaución. Por la boca no solo muere el pez, sino los peces más gordos que le sirven de arquetipo y ejemplo a media humanidad.

El acoso que sufren los mercados afecta no solo a los propietarios de grandes establecimientos. Nadie se libra de que pueda ser desmantelado su tingladillo y eso determina que no se pierda únicamente la confianza, sino que se pierdan los nervios. La Unión Europea anuncia que llevará a cabo nuevas pruebas de estrés a la Banca a comienzos del año que viene. Alemania, que es la única nación que no está ostensiblemente estresada, es partidaria de aumentar su insondable Fondo de Rescate. Hay que salvar el euro por la cuenta corriente que les tiene. ¿Qué sería de nosotros si se hundiera? Debemos estar con los alemanes, ya que no hemos estado con los saharauis. España y nosotros somos así, señora Merkel.

Todos hemos notado que la gente cada vez se ríe menos. No me refiero a la liberadora carcajada, que es privilegio de no muchas personas, sino de esa forma menor y silenciosa, que puede tener incluso una relación mayor con la tristeza que con el júbilo. ¿Nos están amargando la vida los unos y los otros? Los que dicen que ellos no tienen la menor culpa de habernos metido en este lío y los que aseguran que son capaces de sacarnos de él. Todos deben repartirse la culpa, a condición de reservarse una parte bastante grande para nosotros. Nos la merecemos.