Actuar con urgencia
Actualizado: GuardarLa nómina de los empresarios que ayer acudieron a Moncloa a la llamada presidencial es simplemente impresionante. La lista de los casi cuarenta concurrentes, todos con brillante proyección internacional, mostraba al exterior un país potente, con compañías punteras en muchos de los principales sectores económicos: telecomunicaciones, banca, construcción, energía, turismo, comercio, manufacturas. España, que representa el 11,5% del PIB de la Eurozona, no es un advenedizo en el club de los países desarrollados como puede ser Irlanda, víctima de un espejismo; por el contrario, el milagro español, mucho más consistente, no es fruto de la improvisación sino el resultado de un bien fundamentado crecimiento sostenido durante décadas, que, bien gestionado, ha dado como fruto un Estado sólido, creíble, solvente. No hay duda de que esta exhibición era el principal objetivo que pretendía el Gobierno ayer, y que previsiblemente habrá rendido frutos en términos de credibilidad frente a la especulación de los mercados. Pero, además de servir para emitir esta poderosa fotografía, la reunión ha escenificado un intercambio tácito que también resultará probablemente eficaz para apuntalar el crédito de nuestro país: a requerimiento de quienes producen un alto porcentaje de la riqueza de este país, el Gobierno ha adquirido el compromiso de acelerar las reformas. Y los empresarios, por su parte, harán un esfuerzo para apuntalar la imagen de España, deteriorada por la crisis y la súbita elevación del paro hasta extremos insoportables, así como para impulsar la inversión y fomentar el empleo. Sin embargo, en estos momentos de urgencia, la mayor responsabilidad recae sobre todo en Rodríguez Zapatero y su Gobierno, que deberán demostrar el movimiento andando y sus anuncios con hechos concretos. El tiempo se agota y no hay margen para distracciones ni tácticas electoralistas que, a la postre y como se ha visto en el caso de Irlanda, solo sirven para agravar la catástrofe. Lo que urge es aplicar las reformas cuanto antes y evitar las declaraciones gratuitas y de consumo partidario.
Clera y urnas en Haiti
La epidemia de cólera permitió a ciertas voces a pedir el aplazamiento de las elecciones presidenciales y legislativas de hoy en Haití, pero se impuso la conveniencia de mantener la fecha. Tras la desgracia del terrible terremoto de enero y los 1600 muertos por el cólera -de pronóstico, además, poco alentador- el pueblo haitiano y su clase política han optado por seguir adelante. Y han hecho bien. El país en su conjunto dista de ser ejemplar, es cierto, pero su gente se enfrenta ahora a una prueba tan terrible que solo merece una sostenida ayuda internacional que no debe omitir el apoyo al proceso institucional. Aunque no lo parezca es tan relevante como la mera ayuda material, aunque sea imperativa e incesante. El censo preparado con ayuda internacional es excelente y las condiciones de imparcialidad de la campaña y de seguridad en el recuento de los votos pasan holgadamente los estándares internacionales. Lo probable es que no haya presidente -o presidenta- tras la primera vuelta. Pero se podrá a esperar a enero mientras el espectáculo democrático se compatibiliza con la labor de continuo apoyo material y económico al pequeño y martirizado país.