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Opinion

Los valores humanos en la sociedad de hoy

MANUEL ARCILA MARTÍN
PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZActualizado:

Cuando nos paramos a reflexionar sobre nuestro entorno y la sociedad de hoy nos abrumamos al comprobar que no es lo que queremos y menos aún lo que necesitan los que nos seguirán en esta vida y nos hacemos la pregunta ¿Dónde están los valores humanos?. Y es que cada día se eleva a la categoría de normal lo que procede de la vulgaridad y lo intrascendente, que va minando la vida de los seres humanos hasta el punto de convertirla en un acontecer rutinario sin un horizonte basado en lo humano del ser, que es lo nos diferencia de lo irracional de los animales.

Pero empecemos por analizar el valor moral que es todo aquello que ayuda a perfeccionar al hombre en cuanto a ser hombre y que cristaliza en su voluntad, su libertad, su razón, y le conduce a ser más humano, lo que le permitirá desarrollar otros valores como son la honestidad, el respeto, la tolerancia, la lealtad, la responsabilidad, etc., que conformarán a la persona en un entorno familiar y social con una calidad de las relaciones personales que garantizarán la estabilidad emocional y coherente del individuo.

El valor moral surge primordialmente en el seno de la familia, y para que se transmita a la siguiente generación, es de vital importancia la calidad de la relación del individuo con el entorno de ese núcleo, es decir, sus padres, hermanos, parientes, amigos y maestros. Por el contrario una relación hostil impedirá que el valor moral se interiorice y se afinque en la persona. La familia actual ha relajado la autoridad moral y la influencia que tenía en el pasado sobre las nuevas generaciones y que era la escuela de valores humanos. El egoísmo, hedonismo, individualismo, materialismo y la ausencia de sentido de la vida se ha instalado en la persona de hoy, convirtiéndola en un ser contradictorio, alejado de los ideales y que muchas veces le conduce a la desmoralización, lo que se nos presenta como un panorama muy preocupante.

Junto a lo anterior tenemos la formación escolar del individuo, que no es una etapa más, sino la base sobre la que se va a construir la personalidad del mismo y sobre la que se asentará su futuro desarrollo. A la vista de la importancia de este nivel formativo es fundamental su transformación a fin de que se pueda lograr el fomento de los valores humanos, que permitan un nuevo modelo de sociedad basado en la justicia, la igualdad y la armonía, desterrando la falta de identidad e individualidad de la persona.

Y ¿cómo hemos llegado a la situación actual?. Los cambios tan acelerados que se han experimentado en las últimas décadas, consecuencia de los avances tecnológicos y el libre mercado, han hecho que hoy se midan las cosas desde el prisma de la competitividad, la eficiencia, la rentabilidad y la economicidad, en detrimento de las relaciones humanas y el aspecto religioso de la persona, estableciéndose una nueva jerarquía de valores basados, casi en exclusiva, en el bienestar individual, olvidando la dignidad de la persona como valor fundamental e inherente al ser humano.

Las pautas han cambiado y ya las reuniones familiares son menos frecuentes que en las generaciones pasadas, con lo que se pierde de afecto y convivencia. La familia está más disgregada que hace unos años, con lo que el núcleo de personas afines es mucho más reducido y no facilita la interacción entre los miembros de las familias, que se van distanciando más y más. Hoy las relaciones se han convertido en una obligación más, en lugar de ser una necesidad de vivir con nuestra gente. ¿Cuantos y cuantos días nos llevamos sin ver a nuestros padres, hermanos y amigos?. Tenemos que retornar algunos peldaños para recobrar parte de lo humano que hemos perdido, pues de lo contrario vamos adentrándonos más en la selva de lo inviable.

Ante este panorama sólo nos queda la esperanza que desde las instituciones se arbitren medidas tendentes a una mayor racionalización de la formación que garanticen que a corto plazo podamos contar con un nuevo sistema de interacción entre las personas que redunden en una mayor humanidad de nuestras relaciones, introduciendo una serie de pautas que recobren el respeto, la tolerancia, la personalidad y sobre todo la conciencia de lo primordial de lo humano en la vida de las personas.

Además es fundamental que los medios de comunicación no banalicen la información y, por el contrario, acrecienten valores trascendentes que atraigan la atención de la audiencia y les haga caer en la cuenta que la vulgaridad sólo conduce a la mediocridad de una sociedad que cada día se aferra más a lo material, dejando de lado la parte más importante y que es cultivar valores que nos hagan más libres y tolerantes con nuestros semejantes. No podemos dejar pasar la oportunidad de construir un mundo más al estilo humano que al de lo irracional e intrascendente, pues éste nos conducirá a un túnel de muy difícil retorno.