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El malestar surcoreano obliga al ministro de Defensa a dimitir

P. M. DÍEZ
INCHEON.Actualizado:

Además de las víctimas que dejó el ataque norcoreano se cobró ayer otra más, política en este caso. El ministro de Defensa surcoreano, Kim Tae-Young, dimitió por la presión de la opinión pública y los medios de comunicación, que claman venganza y critican las blandas respuestas del Gobierno de Seúl a las provocaciones de Pyongyang. Curiosamente, el titular de Defensa ya había ofrecido su renuncia en mayo, poco después del naufragio de la corbeta supuestamente torpedeada por Corea del Norte. Junto a Kim Tae-Young, también dejará su cargo el ayudante en asuntos militares del presidente.

El bombardeo norcoreano no sólo ha provocado una escalada de la tensión, sino que ha causado una seria crisis política en el Sur. Esa es una de las muchas diferencias entre las dictaduras y las democracias. Mientras en Seúl la oposición acusa al Gobierno de tardar trece minutos en responder a los primeros obuses, en el Norte la propaganda sigue alabando como dioses al Querido Líder y a su hijo menor y sucesor, Kim Jong-Un.

Según informan los medios surcoreanos, ambos podrían haber ordenado directamente el ataque porque visitaron la base desde la que se abrió fuego contra la isla. Pero no acaban ahí los desafíos. Ante el anuncio de las maniobras navales conjuntas entre Corea del Sur y EEUU, que durarán desde el domingo hasta el miércoles, el régimen estalinista volvió a amenazar con «lanzar una segunda y una tercera represalia si prosiguen las provocaciones imprudentes».

La posición china

Pyongyang no mencionó los ejercicios con fuego real, que tendrán lugar en el mar Amarillo a solo cien kilómetros de la isla bombardeada, pero la participación del portaaviones nuclear 'USS George Washington' y cuatro barcos más de la VII Flota no augura nada bueno. Y no solo con Corea del Norte, sino también con China. Aunque Pekín contempla con recelo las maniobras cerca de sus aguas territoriales, la Casa Blanca quiere que ejerza su influencia sobre Pyongyang para rebajar la escalada bélica. «Es importante que toda la comunidad internacional se posiciones, pero muy especialmente China», presionó el jefe del Estado Mayor estadounidense, el almirante Mike Mullen.

Tras celebrar una nueva reunión para calibrar el impacto económico y social del ataque, el Gobierno surcoreano reforzará la presencia militar en la frontera. Su presidente, el conservador Lee Myung-Bak, ha endurecido la postura con Pyongyang.