Ana María Matute lleva toda una vida dedicada a la literatura. :: ELENA CARRERAS
Sociedad

La niña que nunca quiso crecer

Los críticos destacan la trilogía 'Primera memoria', 'Los soldados lloran de noche' y 'La trampa' como lo mejor de Matute

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La infancia, una etapa que «nos marca para siempre, lo queramos o no». Todavía no ha querido salir de ella, a pesar de que su infancia no fue un camino de rosas. Cuando estalló la Guerra Civil, Ana María Matute estaba a punto de cumplir 11 años. Pero su niñez ya había sido un tormento. Aunque creció en el seno de una familia burguesa, el dinero no pudo evitar que a los cinco años sufriera una grave infección. A esa edad escribió su primer cuento, 'El duende y el niño'. A los ocho años volvió a caer enferma. Sus padres la enviaron con los abuelos al pueblo riojano de Mansilla de la Sierra.

La niña, carente de esa alegría que proporciona la salud, comenzó a gestar un carácter soñador y retraído. Sus ojos lo observaban todo: el entorno, las gentes, el calor de los abuelos, el desamor de sus padres. «Cuando nací, mis padres ya no se querían». Aquella etapa del pueblo quedó reflejada en 'Historias de Artámila', veintidós relatos donde son reconocibles algunas de las personas que conoció en Mansilla de la Sierra. La Guerra Civil, en los albores de adolescencia, fue otra bofetada de angustia y tristeza. Después, Madrid, «un colegio de monjas tontas y crueles que nos amargaban la existencia». Estos primeros años de vida le han bastado a Ana María Matute para crear un mundo de recuerdos y fantasías -también de dolor y amargura- que le han valido el Cervantes.

Académica de la Lengua y poseedora de casi todos los premios importantes, la escritora catalana se dio a conocer con 'Los Abel' (1948), una radiografía de una familia de cinco hermanos ambientada en la posguerra -ella también tuvo cinco hermanos- a la que analiza con ojos infantiles. La fantasía es una constante en sus textos, pero el tirón de la realidad puede aún más, sobre todo en sus primeras obras.

Para muchos críticos, lo mejor de la producción de Ana María Matute (12 novelas y varios volúmenes de cuentos) lo constituye la trilogía 'Los Mercaderes', formada por 'Primera memoria', 'Los soldados lloran de noche' y 'La trampa'. El drama de la Guerra Civil española palpita en todas ellas. En 'Primera memoria' recrea magistralmente su vida al lado de sus abuelos.

Fortuna desigual

En 1952 se casó con el escritor Ramón Eugenio Goicoechea, de quien se separó en 1963. El matrimonio tuvo un hijo, Juan Pablo, al que ha dedicado muchas de sus obras infantiles. La fortuna le ha sido desigual: le ha dado el Cervantes, pero le ha negado los nietos. «Es una de mis grandes frustraciones; me gustaría haberles podido leer algún cuento, como hicieron mis abuelos conmigo». Ni a su hijo se los pudo contar. El marido consiguió la custodia y ella quedó sumida en una depresión, en un prolongado silencio vital y literario.

Renovadas las fuerzas, en 1984 publica 'Sólo un pie descalzo' (Premio Nacional de Literatura Infantil). En 1996 aparece 'Olvidado Rey Gudú', auténtico bombazo editorial que devuelve a la escritora catalana al primer plano de la actualidad (aquel año fue elegida Académica de la Lengua). Ambientada en el Medievo, 'Olvidado Rey Gudú' es una historia de «emociones humanas» en la que se entrelazan elementos de la literatura fantástica y de los libros de caballerías. Para algunos críticos es una alegoría antibelicista. Para la autora se trata, simplemente, de su «libro favorito». En 2009 depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes su legado secreto, que se conocerá en julio de 2029.

El Cervantes -salvando el Nobel- es el único gran premio que le faltaba. Casi todos están en su palmarés: el Café Gijón por 'Fiesta del Noroeste' (1952), el Planeta por 'Pequeño teatro' (1954), el de la Crítica por 'Los hijos muertos' (1958), el Nacional de Literatura por 'Los hijos muertos' (1959) o el Nadal por 'Primera memoria' (1959), entre otros.