![](/cadiz/prensa/noticias/201011/25/fotos/4005236.jpg)
Nueva Zelanda llora la muerte de sus 29 mineros
Una segunda explosión de metano en la mina de Atarau acaba con las esperanzas de hallar con vida a los operarios atrapados hace seis días
GREYMOUTH. Actualizado: GuardarLas posibilidades de rescatar con vida a los 29 mineros atrapados en Nueva Zelanda eran mínimas y, ayer, una segunda explosión de gas metano quebró las pocas esperanzas de alcanzar un final feliz tras seis días de agónica espera.
«Perder a nuestros hermanos ha sido un golpe durísimo. Todos los neozelandeses nos solidarizamos con sus familias. Somos una nación de luto». Era el mensaje transmitido en televisión por el primer ministro del país, John Key, pocos minutos después de confirmarse el fatal desenlace. El jefe del Gobierno de Wellington calificó el accidente de «tragedia nacional» y se comprometió a llevar a cabo una investigación para esclarecer las causas de lo ocurrido. «Después de tantos días de temer lo peor, hemos recibido la peor noticia posible. A todos los que echaréis de menos a un ser querido, Nueva Zelanda está con vosotros», añadió el mandatario. Los operarios, que tenían entre 17 y 62 años, eran en su mayoría neozelandeses, salvo tres británicos, dos australianos y un sudafricano.
La muerte de los trabajadores fue confirmada durante una conferencia de prensa a la que habían asistido los familiares. Las lágrimas por la pérdida de seres queridos no tardaron en aflorar acompañadas de un profundo sentimiento de indignación hacia la Policía por no haber procedido al rescate a tiempo.
«Mucha gente por aquí me ha contado que estaba dispuesta a bajar a por ellos. Ellos sí son valientes y no sus superiores», se quejaba Geoff Valli al saber que no volvería a abrazar a su hermano Keith, que estaba a punto de jubilarse. La presencia de gases tóxicos y el temor a nuevas explosiones en la mina de carbón de Atarau, en la Isla Sur, habían impedido a los equipos de rescate entrar en el pozo averiado. Horas antes del estallido de ayer, los cuerpos de salvamento había logrado excavar un pequeño túnel hasta la galería. Sin embargo, los expertos al analizar el aire detectaron una cantidad excesiva de monóxido de carbono, gas metano, así como insuficiente oxígeno.
El responsable policial de los equipos de rescate, Gary Knowles, y el consejero delegado de la empresa propietaria Pike River, Peter Witthall, salieron al paso de las acusaciones por negligencia vertidas por las familias de las víctimas. Ambos alegaron que la alta toxicidad del gas y sus propiedades inflamables habrían puesto en peligro la vida de todos, mineros y socorristas.
El experto en seguridad de minas, David Feickert, sostuvo ayer que era prácticamente imposible que los mineros hubieran sobrevivido, incluso si se les hubiera ido a rescatar antes. Feickert afirma que es muy probable que fallecieran envenenados mucho antes de originarse la segunda explosión. Se trata del segundo mayor accidente minero en la historia de Nueva Zelanda y el peor desde 1896, cuando 65 personas fueron sepultadas por otro estallido de metano cerca del mismo yacimiento.