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La alcaldesa de la ciudad asistió al entierro del Hijo Predilecto de Cádiz.. :: MIGUEL GÓMEZ
REPORTAJE

Cádiz despide al poeta de la copla, el Maestro Guerrero

ROCÍO VÁZQUEZ
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Amigos, autoridades y admiradores, el mundo de la cultura despidió ayer al maestro. Al último grande de la copla, al que quedaba de ese grupo de artistas -Quintero, León y Quiroga, Ochaita, Valerio y Solano- que pusieron sus plumas al servicio de las voces de otros colosos. Cádiz encara un segundo día de luto oficial por la muerte de su Hijo Predilecto Salvador Guerrero Reyes. El rapsoda, el poeta polifacético, el autor de 'El cordón de mi corpiño' que popularizara Antoñita Moreno para encumbrarla como una de las joyas del género. Un género que le dio la fama y con la que, de la mano, experimentó su decadencia.

Aunque tuvo la capacidad de reiventarse y nunca dejó de hacer lo que mejor sabía, componer, el maestro Guerrero, con sus más de 7.000 letras registradas y su nómina de fulgurantes 'clientes', pasó del estrellato al olvido popular al ritmo que lo hizo la copla. La mala suerte, el desconocimiento o quizá una voluntad personal impidió que se enganchara al resquicio que tras el Franquismo dejaba la sociedad para este tipo de música. «Le tocó vivir el final de una época no solo de la canción española, sino del propio país», explica el profesor de Literatura Española de la Universidad de Cádiz Alberto Romero.

Cuando se le quitó esa aureola de caspa, esa desafortunada relación con una etapa oscura, retrasada y guionizada, cuando los jóvenes empezaron a demostrar su amor hacia un género que revolucionó la televisión, la copla ya no era el modo de vida del gaditano. Ni tenía fuerzas para intentarlo. Durante años, tras el exilio del género, Salvador Guerrero vivió y paseó por su Cádiz natal y se dedicó a cultivar el círculo local. Las composiciones para Semana Santa fueron sus sustento- «el único pregón que tiene la Virgen de Regla en Chipiona es mío y se vende en la sacristía en cassetes», reconocía-.

«Le ocurrió algo parecido que a otros grandes, como el maestro Escobar. El de la música es un mundo complicado y él no supo o quiso combinar lo nuevo con lo anterior y a partir de los 70 los gustos del público iban por otras directrices», explica el profesor.

Para los grandes

Salvador Guerrero irrumpió en el mundo de la canción española de la mano del almeriense maestro Algarra, al que conoció en Barcelona donde él actuaba como cancionero. Juntos viajaron a Madrid donde escribieron su primer espectáculo, 'Romances y Coplas', encabezado por Paquita Rico y Antonio Casal, estrenado en el año 1950. En ese mismo año estrenó un nuevo espectáculo 'Claveles', en el teatro Reina Victoria, con los auténticos 'Chavalillos de España', Pepita Sevilla y Angelita Font.

El maestro descubrió en la década de los cincuenta a un magnifico cancionero, Pepe Baldó, para el que escribió otra fantasía lírica 'La mujer y la copla', que fue un auténtico éxito, estrenado en el madrileño teatro Jorge Juan, reestrenándose al año siguiente en el Teatro Principal, con la colaboración especial de Maruja Lozano.

En 1958 escribió para Imperio de Triana otro espectáculo presentado en el Teatro Pavón de Madrid. También compuso el último montaje de Carmen Morell y Pepe Blanco, titulado 'Luz al personaje', y otros para cantantes de la talla de Angelillo, Antoñita Moreno, Dolores Abril y Pepe Marchena entre otros.

Entre sus canciones más populares cabe citar 'El cordón de mi corpiño', 'Carretera de Asturias' y 'Al pie de la cruz de mayo', junto a Castellanos. Para Manolo Escobar escribió, entre otras, 'Cuando manda el corazón'. En sus últimos años como compositor, ya retirado en Cádiz, formó pareja con el maestro Quiroga en canciones como 'Mi malagueña', 'Andalucía yo soy' y 'Lo que un maño promete', para creación del cantaor Juan Reyes. Esas y otras muchas canciones son el verdadero cordón que unirá para siempre al maestro con una época de la historia de la música española.