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Un negocio arriesgado

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Por casualidad regenta usted, lector, lectora, un pequeño o mediano negocio con el que se gana la vida trabajando decentemente, obteniendo de él lo suficiente para vivir con dignidad y hasta con desahogo, aunque sin excesos? Pues cuídese, porque al menor contratiempo se puede ver usted sin negocio, sin ingresos, con un montón de deudas sobre sus espaldas, abandonado a su suerte y sin saber por dónde tirar. Y es que en este mundo que quiere llamarse «del conocimiento», o más modestamente, «de la información», cada vez resulta más complicado conocer o, simplemente, tener información suficiente para orientar nuestras vidas, que es de lo que al fin y al cabo se trata, o debería tratarse. Porque, ¿alguien podría explicar al conjunto de los modestos comerciantes y empresarios qué es lo que han hecho mal para que la crisis se cebe especialmente con ellos?

Me lo comentaba hace poco uno de esos pequeños comerciantes que están a punto de echar la baraja para siempre, dejando de puertas para adentro un futuro incierto, difícil y sembrado de deudas a las que no sabe cómo hacerles frente. Le coge mayorcete, hecho a una cultura modesta de lo mercantil, porque siempre fue de los que pensó que el negocio era un medio para vivir y no un fin al que inmolar toda su vida y la de su familia. «¿Alguien podría explicarme -me comentaba desalentado- por qué para los grandes-grandes todo son ayudas y facilidades, mientras que para nosotros, los modestos, además de estar abandonados a nuestra suerte, se nos somete a todo tipo de dificultades?».

Como uno tampoco entiende nada de nada, echo mano de una seguramente tosca explicación, que no pretende otra cosa que consolarle en lo posible: es la sociedad del riesgo, amigo -le suelto sin mucho convencimiento-, la de siempre, aunque hace poco a uno se le ocurrió teorizarla en papel y escribió un libro entero para decirnos lo que ya sabíamos: que con la modestia no se va a ninguna parte, y que el riesgo y el infortunio siempre se ceban con los más débiles. Hay que emprender a lo grande, pues cuanto más alto llegues, más grande seas y más dinero muevas, más apoyo encontrarás en momentos difíciles.

Me olvidaba decirles que este empresario es tan modesto que su negocio consiste en ofrecer su trabajo personal a cambio del salario que tengan a bien pagarle. los emprendedores de verdad: los grandes-grandes. ¡Un negocio modesto y arriesgado!