Poeta del erotismo
«Lo único que me interesa es la mujer», decía en tono de broma, cuando a lo mejor lo pensaba en serio
MADRID.Actualizado:«En mis películas trato de muchas cuestiones, pero a mí, lo único que me interesa, es la mujer». Esta frase, que solía decir en tono de broma cuando a lo mejor lo pensaba en serio, resume buena parte de su personalidad. Decía, además, «la mujer», no «las mujeres», lo que hubiera quedado vulgar y chabacano, algo impensable para un talento tan refinado y burgués como el suyo. En una de sus películas menos conocidas (y más queridas por él), 'Tamaño natural', el actor Michel Piccoli se enamora de una muñeca hinchable a la que viste y desviste a su antojo. Berlanga, al igual que Woody Allen -aunque con registros muy diferentes- contaba dramas con una sonrisa en los labios. En 'Tamaño natural' nos transmite la imposibilidad de comunicación entre el hombre y la mujer, y también entre el hombre y el resto de la humanidad. Fue un pesimista, un nihilista vocacional, a quien la vida le planteó dos caminos: el suicidio o el sentido del humor. Afortunadamente escogió esto último.
Nos enseñó el pecho de Concha Velasco en 'París Tombuctú' (la única vez que la actriz vallisoletano consintió mostrar sus turgencias) y nos obsequió con un desnudo integral de Ana García Obregón en el 'biopic' que hizo de su paisano Vicente Blasco Ibáñez. En los dos casos no había exigencias del guión. Fueron caprichos. Y es que a Berlanga no se le podía decir que no.
Fetichista confeso, contaba que su 'vouyerismo' nació de las visitas que hacían a su casa las amigas de su madre. «Me escondía debajo de la mesa camilla y me pasaba la tarde entre piernas, medias, zapatos». Coleccionaba todas estas prendas, además de objetos relacionados con el ritual sadomasoquista. Varias estanterías de su casa están repletas de libros eróticos. Él fue, junto con Beatriz Moura (Editorial Tusquets), el creador del premio 'La sonrisa vertical'.
Almudena Grandes se dio a conocer con 'Las edades de Lulu', ganadora del certamen en 1989. Le chiflaban los tacones de aguja (creó el galardón a la Mujer Mejor Calzada de España, que concede el museo en la materia de Elda) y se deshacía ante unas piernas vestidas con medias «de costura visible».
Curiosamente, ninguna de sus películas resulta erótica. Otra genialidad más. Manuel Vicent lo supo ver muy bien: «Ha echado la suficiente tinta de calamar alrededor de su figura como para que nadie, a la hora de definirlo, esté seguro de si se trata de un tipo holgazán o trabajador, casto o erotómano, despierto o despistado, activo o abúlico, esnob o amantes de las fallas valencianas».