Luis García Berlanga conversa con la actriz Concha Velasco durante el rodaje de 'París-Tombuctú'. :: EFE
Sociedad

Un género con nombre de director

Solitario, libre y provocador, Berlanga marcó la historia del cine español pese a sus batallas con la censura

MADRID. Actualizado: Guardar
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Se pueden contar con los dedos de una mano aquellos personajes que a lo largo de la historia han dado nombre a un estilo o a un género. Luis García Berlanga ha sido uno de ellos. Su nombre define lo 'berlanguiano', un humor entre entrañable y esperpéntico, típicamente hispano, que ha creado escuela y ha llenado varias décadas de comedias. Porque él ha sido la figura clave del cine español en el pasado siglo. Un director que, con 20 películas a sus espaldas, se codeó con los grandes maestros del cine.

Valenciano, nació en 1921 en el seno de una familia republicana acomodada -«siempre he sido un pijo valenciano», solía decir- a la que trató de proteger durante la dictadura alistándose en la División Azul. Sus aventuras en esa milicia, y los años de la Guerra Civil marcaron su carácter y el tono de su filmografía, en la que siempre deslizaba fuertes críticas a la sociedad. «Siempre he sido muy pesimista. Mis películas son crónicas de un fracaso», repetía.

Impresionado tras ver 'Don Quijote', de Pabst, se introdujo en el cine cuando este aún no podía considerarse una industria. De inmediato comenzó su genial pelea con la censura y el coqueteo con lo prohibido en la plasmación de una oscura España. Sus estudios le permitieron conocer al actor Luis Ciges, tan importante en su obra, y al cineasta comunista Juan Antonio Bardem, fundamental e imprescindible. Con él debutó en 1951 con 'Esa pareja feliz' y forjó, en una colaboración que creció durante décadas, lo que es ahora el cine español.

Muy a su pesar, el gran público le sigue recordando como el autor de su primera cinta en solitario, '¡Bienvenido Mr. Marshall!', y no como al autor de 'Plácido', 'La escopeta nacional' o 'El verdugo', que consideraba muy superiores. Con ella recibió infinidad de aplausos en Cannes, pese al enfado de Edward G. Robinson, que tildó al film de antiamericano, y en ella ya apuntaba las principales características de su obra: feliz confluencia de tradición y modernidad, personajes entrañables metidos en situaciones absurdas como forma de supervivencia y un microcosmos social próximo al neorrealismo italiano.

El genio de Berlanga, que siempre se presentaba como un libertario, se topó con la censura franquista, a la que provocó y con la que hasta se divirtió. Las autoridades calificaron su obra con sentencias suaves -«inadecuada para su exhibición en cines españoles»- y con otras más preocupantes como: «Su falta de patriotismo es alarmante y rebosa comunismo, masonería y libertinaje, todos impropios de esta regia nación, una grande, libre, católica, apostólica y romana».

Broncas con colegas

No obstante, pese al clima de represión, o puede que alentado por ello, supo desarrollar una creatividad fuera de límites junto a Rafael Azcona, otro genio, y al productor Alfredo Matas, con los que rodó en los 50 y 60 'Calabuch', 'Los jueves milagro' y, sobre todo, 'Plácido' y 'El verdugo'.

Con este alegato contra la pena de muerte premiado en Venecia comenzó una sonada trifulca con el embajador español en Roma, Alfredo Sánchez Bella, que movió cielo y tierra para que la película se prohibiese. Por ello, y pese a su creciente popularidad, a Berlanga le era cada vez más difícil rodar en España.

Todo ello hizo que en 1967 se marchara a Argentina para rodar 'La boutique' y en 1973 a Francia para 'Tamaño natural', película que le distanció de Luis Buñuel, uno de los muchos colegas con los que tuvo sonadas broncas. La más célebre puede que fuera con Pilar Miró, a quien llegó a provocar enviándole lencería erótica.