DE BOCAS O MOLUSCOS
ESCRITORActualizado:Como del rayo, nos dejaba en la madrugada de ayer el poeta, ensayista y traductor gaditano exiliado en Francia Carlos Edmundo de Ory, que estableciera vínculos de sangre con los principales movimientos de vanguardia europeos. Su obra, reconocida de manera tardía y sólo capitalizada en los últimos años por nuestras instituciones públicas, supuso una fecunda renovación de la poesía española de posguerra. Había -hay- en ella dos temas temas nucleares: el amor y el dolor. «Como hombre», declaró, «he de decir que todo se resume en eso, en el amor a los seres humanos afines, a la naturaleza, a la música, a la poesía; y en el dolor (.), porque van pasando los años y cuando se llega a mi edad se lleva con gran peso una cartilla cada vez más amplia de muertos muy queridos». Durante años, su poema «Amo a una mujer de larga cabellera», que por la sensualidad y la plasticidad de sus imágenes se instala en la mejor tradición de la poesía erótica en lengua francesa, desde Paul Éluard y César Moro a Pierre Jean Jouve (a quien tradujo y trató personalmente), se reveló para mí, junto con ciertos textos de Tomás Segovia o Gonzalo Rojas, como la expresión más lúcida y vibrante de la lírica amorosa contemporánea, e influyó necesariamente en la conformación de algunos de mis textos. La noticia de su fallecimiento cae ahora como un jarro de agua fría incluso para quienes más temerosamente la esperaban, como sus «afines» Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll. Sin embargo, del conjunto de su obra se desprende una intensa afirmación de vida. Gocémosla sin luto. Viva, irónicamente. Como a él le gustaría.