
'Verdi, vidi, vinci'
La propuesta del Villamarta deja en un excelente nivel lo hecho en nuestra tierra
Jerez Actualizado: GuardarDecir La Traviata es decir La dama de las camelias, o lo que es lo mismo, drama de amor y muerte. Una de las características más relevantes de ésta importante ópera de Giuseppe Verdi estrenada sin éxito en el año 1853, es la profundidad y complejidad de sus personajes, que en un tono casi realista, nos muestran sus conflictos internos no sólo a través del texto, sino a través de una estructura musical que está dibujada en sintonía con sus vericuetos emocionales. De este modo, el equilibrio entre melodías que dibujan el trasfondo sentimental de los personajes, y la majestuosidad y opulencia de los ambientes sociales que sirven de marco a la historia, nos plantean un binomio sonoro de lo público y lo social, así como de lo privado y espiritual que lo engrandecen. Nos cuenta la historia de una cortesana que se enamora y a la que las convenciones sociales obligan a renegar de su amor. Su amado, al descubrir que sus sentimientos son fieles y sinceros, intenta recuperarla pero desafortunadamente, ella se encuentra al borde de la muerte.
La propuesta del Villamarta deja en un excelente nivel lo hecho en nuestra tierra. La concepción espacial y escenográfica en conjunción con la iluminación y el vestuario son extraordinarias. Con muros pulimentados y espejeantes, y con el mobiliario imprescindible, las escenas transcurren con fluidez y pulcritud, dando un aire decimonónico y actual a la vez que es grato percibir. La actuación de María Ercolano en el papel protagonista es sin lugar a dudas lo más destacado del espectáculo; pese a perder fuerza por algunos brevísimos instantes en las tesituras más bajas, la calidez de su voz y su temperamento interpretativo, le hacen conseguir momentos de una brillantez memorable. Con estupendos matices y una presencia que imanta, la versátil Ercolano logra transmitir ese universo interior de la vida de su personaje que lleno de contradicciones. Por su lado, el tenor jerezano Ismael Jordi, atrapó a un público ya de por si entregado. Su ejecución, aunque técnicamente impecable, parece flaquear en el terreno interpretativo, lo que se hace más evidente sobre todo, en el segundo acto, que es el menos dinámico de los cuatro. El resultado y buena conjugación de todos los elementos de ésta obra lírica es tan bueno, que se antoja un final más potente. Sería también de agradecer un menor beneplácito de los aplausos entre el público, pues en la música, el silencio, también es para disfrutarlo y sentirlo.
Sólo queda congratularnos con la excelente labor del teatro Villamarta y su equipo, que con este Verdi, han sabido vencer y enamorar con artística magia, a sus espectadores.